lunes, 20 de mayo de 2013

ETERNAMENTE, DALÍ

Compruebo con satisfacción que mis amigos confían ciegamente en mí. Se dejan secuestrar sin más resistencia que la de pedir mi palabra de devolverles a la T4 a la una o perderán el siguiente vuelo.

Yo sabía que la exposición de Dalí les iba a entusiasmar.


Está estructurada por orden cronológico, pero al asomarte a la primera sala te reclama cada una de las cuatro paredes con tal insistencia que acudes maravillado cuadro tras cuadro perdiendo, poco a poco, la noción de espacio y tiempo, como quien persigue mariposas. 

    
Muchacha en la ventana
Dalí
Espero turno y acaparo la mejor perspectiva para contemplar esta imagen. 

Serenidad y equilibrio, belleza, armonía. Calma. Paz. 







Silencio.


... 


- "¡Fijaos que falta una hoja de la ventana y nadie se da cuenta!" señala una mujer.


- "La mayoría son óleo sobre lienzo" comenta un estudiante a otro mientras escribe en su libreta de espiral: título, fecha, técnica y ubicación sin echar ni siquiera un vistazo a la pintura para comprobar que corresponde.


- "Éste es el cuadro más famoso"

- "Es el que más me gusta"
van puntualizando, uno a uno, los grupos de transeúntes al pararse junto a mí.

Sin duda es el más aclamado.


Sales de una segunda habitación con autorretratos... y entonces sobreviene la demencia.


Junto a la sala tres pasan el corto "Un perro andaluz" de Buñuel. Incómodo surrealismo. Inquietante. Imprescindible. 

Extiendo la antena para escuchar a una guía explicar la intención del autor en "Carne de gallina inaugural". Interesante punto de vista, reflexiono. Me imaginé a Dalí corroborándolo y se me ocurrió que acabaría aburriéndome tanta excentricidad.

¿Se puede vivir permanentemente instalado en el exceso y la provocación?
Me visualizo y me agoto.

"¡Qué tío más raro!" apostilla una mujer. Sus tres amigas ensortijadas parecen estar muy de acuerdo.

Decidí que sólo en su delirio, el genio transgresor puede regalarnos semejantes obras de arte. 

Me rindo ante sus sueños y ante sus pesadillas. Ante relojes blandos y elefantes con largas patas de crustáceo. Ante cuerpos desmembrados y gravitaciones imposibles.

Encuentras por casualidad una tregua al sufrimiento en el delicado y perfecto nido de huevos moteados en alguna esquina inferior izquierda. (El complejo de Guillermo Tell).

He ido anotando mentalmente lo que, de todo aquello, podría pasar "la censura" porque me muero de ganas de llevar a mi hijo mayor y no quisiera que se impresionaran según qué imágenes, en su todavía tierna retina de nueve años. 

Eché de menos muchos cuadros. El Cristo de San Juan de la Cruz -mi favorito de pequeña-, habría que ir a verlo a Glasgow. Pero al museo Reina Sofía le reconozco el mérito de haber conseguido reunir buena parte de su obra. Sin duda merece la pena acercarse. La califican de irrepetible y espero que se equivoquen, me gustaría poder acompañar a Tristán y a María algún día en el futuro.

Después de dos horas de desvarío y ya chorreando extravagancia, me quedé aún con ganas de más. Pero cumplí fielmente mi promesa y mis amigos llegaron puntualmente al aeropuerto.


Volveré con Guille en junio.

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