martes, 22 de noviembre de 2022

PAISAJE RESPLANDECIENTE BAJO UN CIELO GRIS “ENLÅG"

Enlåg partía con desventaja –o eso creía él–. 
Su cuerpo no estaba cubierto por escamas o placas como los demás dragones sino del mismo tejido terso y elástico con el que están hechas las alas. 
Esta particularidad habría podido enorgullecerle de no ser porque todos lo señalaban con desconfianza. Resultaba atractivo y sospechoso a la vez. La imagen que le devolvía su propio reflejo en la mirada de quienes le observaban le convenció de su imperfección: “Los dragones no son así. No deberían”. 
Desde luego esa piel lisa del color del bronce bruñido no resultaba funcional, le dejaba expuesto a las mordeduras y a las rastrilladas de las garras de los demás dragones. Jamás había considerado que precisamente su levedad le habría posibilitado alcanzar niveles de vuelo inaccesibles a cualquier otra criatura, que, además de ponerlo a salvo, le hubiera permitido verlo todo desde una perspectiva excepcional. 
Enlåg no supo que había nacido para volar muy alto en vez de para luchar; puede que lo intuyera pero ni siquiera lo intentó. Al menos no lo suficiente. Le faltaban esfuerzo e interés, quizá cordura. 
Abandonaba todo cuanto emprendía con lo que jamás conoció su potencial. Sólo se ocupó de compensar la vulnerabilidad de su piel con una poderosa arma de aliento amplificada hasta la desproporción. Era capaz de propulsar llamaradas de largo alcance durante mucho tiempo. Las que exhalaba a bocajarro resultaban casi mortíferas. Tan atroces que a menudo se causaba a sí mismo gravísimas quemaduras ya que nunca se detenía a calcular las consecuencias.



No sabía lo que hacía o no se podía contener. Dentro de él había una especie de hambre que no conseguía saciar y, a menudo, trataba de calmar con frutas o bayas que aturden los sentidos. El problema es que al tomarlas soltaba bocanadas incandescentes y no reparaba en si había o no alguien demasiado cerca. Sólo se preocupaba de transformar en cualquier otra cosa esa insoportable sensación que le abrasaba aún más que el fuego mismo y era su propio vacío interior.
Estaba condenado a destruir todo aquello que tocaba. Esta era su maldición. Aunque lo amara le infligía un daño que no podía evitar, a veces ni se daba cuenta. De lo que sí tomó conciencia es de que se iba quedando solo.
De todo esto ha pasado ya mucho tiempo.
Enlåg ya no lanza llamas. Hoy le cuesta respirar. Ahora que su piel es cuero cuarteado y tiene destruido el hocico recuerda con melancolía aquella época ya remota en que aún se contemplaba con satisfacción. 
Apenas se mueve. Pasa las horas enroscado en su guarida sin esperar a nadie. No queda nada ya que le pueda ofrecer consuelo. Sabe que pronto llegará la hora y está preparado a morir. Espero que sea pronto.
Le deseo un feliz vuelo. Ese que no supo emprender mientras estuvo aquí. 

Le recordaré por lo que pudo haber sido.
Por quien hubiera querido ser.

Sé que sabe que le quiero.

2 comentarios:

  1. Enlag, al final se quemó a si mismo

    ResponderEliminar
  2. Enlåg ha volado alto, tranquilo, como un bello dragón; ahora con todo su potencial.
    Bonito Enlåg.

    ResponderEliminar