jueves, 7 de septiembre de 2023


Y VIVIERON FELICES


Que no se me olvide, por favor. Por favor, que no se me olvide. Tengo que darme prisa en transcribir lo que ocurrió antes de que se pierdan los detalles para siempre. Que dure esta sensación de ingravidez en el ánimo.

El pasado 22 de agosto estábamos Guillermo y yo celebrando nuestro aniversario. El vigésimo quinto. Lo que empezó por ser una BBQ en casa... –– ¿Una BBQ? ¿En serio? ¿Una de tantas? (Descarté esta idea de un manotazo según la vi aparecer flotando sobre su cabeza)–– se fue transformando por momentos en mi imaginación hasta adoptar la forma adecuada. Adecuada, claro está, a mi modo de entender el mundo. Quería darle la suficiente importancia para sentir que la tiene. Como si el verdadero valor del acontecimiento dependiera de cómo se llevara a cabo.  

Debía ser un día especial, íntimo y significativo. Se me ocurrió que podría conseguirse recreando el de nuestra boda. Abrir un portal hacia el pasado y atravesarlo con los niños para que, como por arte de magia, formaran parte de él. 

Encargamos hacer nuevas alianzas, éstas de plata.
Busqué mi vestido de novia, mis zapatos, mi velo y el plastrón que llevó Guillermo en su día. Sabía que lo tenía bien guardado;. Seguro que mi subconsciente tramaba darle algún uso. Como en paralelo a mi propia vida, el vestido había sufrido algunos desperfectos. Tenía las mangas cortadas, manchas amarillentas y una tonalidad más oscura, pero si conseguía adecentarlo cumpliría su cometido con suficiente dignidad. Guillermo habría de alquilar un nuevo chaqué, quizá de una talla menos.
Era importante que nuestras bodas de plata se celebraran en el mismo sitio, El ramo original conservado durante todo este tiempo con cariño por mi hermana, viajó desde Madrid hasta posarse testimonialmente sobre la mesa del comedor, Las pobres flores secas y polvorientas habrían sido el complemento ideal para un disfraz de novia cadáver, pero yo no me sentía así. Decidí hacerme un bouquet nuevo con flores frescas. Frescas como mis intenciones, mis ganas de perfeccionar el día a día de nuestra nueva etapa juntos. 

Llegamos tarde para las invitaciones. Con dos meses de antelación muchos miembros de nuestras familias ya habían hecho otros planes. A mis suegros les suponía un verdadero trastorno, dada la fragilidad de ella, atravesar España, de sur a norte, para llegar hasta allí. Nuestro segundo hijo, además, también estaría fuera. Tengo ganas de acabar de escribir todo esto para enviárselo junto a las fotos y así se pueda hacer una idea de lo que se perdió. De lo mucho que le echamos de menos.

De entre los que confirmaron me hice con varios cómplices. Iba a necesitar a José, mi ahijado, como maestro de ceremonias. A mi hermano Josechu, mi padrino de bautismo y mi padrino de boda para ejercer de padrino una tercera vez. Vicente me recogería de nuevo en su coche para llevarme hasta la iglesia donde me estaría esperando con puntualidad... mi ya consolidado marido.

Para todo lo demás, Leticia.

Llegué a sentir los nervios de una novia. La prueba del vestido, la incertidumbre de si todo saldría como lo planeado. 

No podía ser sólo una fiesta. Había que dedicarle un tiempo a mirar muy hacia adentro. Así hicimos los días previos. Guillermo en los ratos libres tecleaba en su ordenador y yo hacía lo propio en el mío. Un tiempo de introspección necesario para tomar conciencia en medio de este atolondramiento en que nos sumen los días. Para mí supuso una reconexión con nuestra verdadera esencia.

Los momentos en que nos quedamos solos aprovechamos para ensayar una canción a dos voces que cantaríamos como sorpresa junto a nuestros invitados.

Cayó en martes. Mi hermano mayor, el padrino, nos "casó" frente al altar con seis testigos en la iglesia. Vicente, José y Leticia. Mis padres y mi hermano Ángel se unieron también, de algún modo, como testigos al mencionarlos, Camino de nuestra cita con el resto de invitados paramos en el cementerio para llevarles flores.

Es inevitable contener la emoción mientras, del brazo de Josechu por el pasillo de helechos que conducía hasta Guillermo, suena una canción melancólica y mis hijos nos contemplan desde la primera fila.
Tampoco pude retener las lágrimas al leer en voz alta mis votos para Guillermo. ¡Qué tontería! ¿O no? Quizá estaba superando la prueba de que mi sentimiento es auténtico.

Alianzas, arras, lluvia de pétalos, abrazos. Vino blanco, brindis encadenados. Flores blancas sobre el mantel. Almejas, como el primer día. Conversaciones cruzadas. Helado. "Noches de boda" a dos voces perfectamente descoordinadas y un estribillo de lujo entregado a celebrar este mensaje con nosotros.
Besos, abrazos... ¡Hasta la próxima!

Subimos la empinada cuesta que conduce al "Torreón". Extraña pareja. Él de chaqué cargado con algunos regalos y el osito de Tris en la cesta ahora vacía de pétalos. Yo, vestida de novia con la guitarra en una funda de charol rojo al hombro, empuñando mi bouquet de rosas blancas en una mano y las llaves de casa en la otra. Me bastó solo un segundo tras escuchar su invitación para agolpar todo junto a la puerta y cruzar el umbral en sus brazos. 
Fin de la primera parte.

Estaba impaciente por leer lo que Guillermo había estado escribiendo solo para mis ojos pero viajábamos al día siguiente y había mucho por recoger. Para paladear el momento debía sentirme cómoda, sin ningún asunto pendiente irrumpiendo en mi cabeza. 

"Por fin solos". Yo expectante, El tiempo que habíamos compartido rodeados por tanta gente había quedado de pronto atrás. Ahora pertenecía a dos amantes en pijama sentados en el sofá del salón acristalado con los pies en alto bajo una luz deliberadamente tenue dentro de la oscuridad de la noche. Where have all the flowers gone? sonando bajito en el Marshall, Mi cabeza ladeada sobre el respaldo del sofá. Mis ojos pendientes de él.
–Léemelo, por favor. Prefiero escucharlo de ti.

El segundo párrafo me hizo caer en un universo juntos. Le sentí increíblemente cerca, fue una sensación casi irreconocible. Raramente me relajo hasta abandonarme así.
Lo que me estaba narrando me transportó a una nueva realidad. Esa que nunca transitamos. La del mundo emocional, la verdadera. Sus palabras iban proyectando la película de nuestra vida en la pantalla de mi interior. Treinta y cinco años cargados de toda clase de emociones, de experiencias, de proyectos... muchos llevados a cabo. 
Todo este tiempo Guillermo había estado observando. Él, que siempre aparenta una obstinada distracción. Atento a cada momento significativo, consciente de nuestra complicidad, de nuestro sentido del humor característico, de tantos puntos de vista en común, de tantísimas diferencias. De cómo nos complementamos y acabamos sacando todo adelante juntos. Él es el único en este mundo capaz de traducir cada una de mis expresiones, de mis gestos, de mi entusiasmo, de mis pulsiones, de mis silencios. 
Esta película solo la podría entender por completo quien conociera nuestro código.
Quiero volverla a ver. Ponerla de vez en cuando y emocionarme de nuevo. Uno no es consciente de lo que posee si no se detiene a mirar. Y es tan valioso lo que he visto que no quiero que se me olvide. Que no se me olvide, por favor. Por favor, que no se me olvide.

Lo que me escribió Guillermo lo conservo ahora dentro de una carpeta digital en "Documentos" y bien grabado en el alma.
Lo que yo leí momentos antes de ponerle el segundo anillo delante de nuestros invitados lo comparto con vosotros.

                                                                   "Estábamos juntos. El resto se
                                                                    me olvidó"

                                                                                      Walt Whitman

Un aniversario es una buena ocasión para hacer balance de resultados, de vez en cuando conviene evaluar el estado de las cosas, qué hemos estado haciendo estos veinticinco años y qué es lo que hemos obtenido.

Miro a mi alrededor y compruebo que todo está en orden. Guillermo sigue a mi lado.

Tenemos tres hijos guapos, inteligentes, sensatos, con un corazón enorme y, sobre todo, bien dispuestos. Y no les quiero quitar mérito pero también deduzco que algo hemos hecho bien.

Son niños que valoran la familia y disfrutan pasando tiempo en ella.

Han tenido un buen ejemplo. Su padre tiene el don de hacerlo todo apetecible, es un buen conciliador y sabe cómo intervenir para relajar cualquier tensión con unas risas. 

No puedo competir con él, pero tengo la enorme suerte de estar en su mismo equipo.

 

Soy perfectamente consciente de que ha sido gracias a él que seguimos como al principio. Yo me empeño en distinguir los momentos “saber que le quiero” de “sentir que le quiero”. Que le quiero ya lo sé, ¿cómo no le voy a querer? Pero me gusta hacer demostraciones de amor sólo en medio de un arrebato, que sea un impulso genuino lo que me arroje hasta él, pero esa sacudida de pasión es cada vez menos frecuente. Al llegar a casa uno tiene ganas de ponerse cómodo y urgencia por ir al baño. Así que yo me quito el abrigo, suelto las llaves y el bolso y me traga el pasillo hasta el fondo. Es tras seguir este orden que me acerco a saludar.

 

Sin embargo no ha habido un solo día en estos veinticinco años que Guillermo no haya venido hacia mí nada más cruzar la puerta. Yo a ese beso no le daba importancia, lo interpretaba como un saludo protocolario que restaba espontaneidad. Y ahora creo que es precisamente esa constancia la que me hace sentir segura. Pequeños gestos como este sirven como recordatorio de que todo marcha bien. Una continuidad en la intención corrige el efecto del tiempo. He aprendido de él que no nos podemos dar por hecho. Que estos votos simbólicos que estamos renovando hoy deben mantenerse al día. 

 

El beso al llegar a casa es uno de mil ejemplos. Guillermo jamás me falla, es mi incondicional.

 

Debo reconocer que hemos tenido suerte. Nunca ha faltado trabajo y hemos contado con mucha ayuda. Compartimos un montón de aficiones que nos permiten disfrutar de muchos momentos juntos pero, como cualquier pareja con hijos compartimos también preocupaciones y una gran responsabilidad. Tener a Guillermo cerca hace que todo resulte más sencillo, es reconfortante saber que los dos remamos hacia el mismo lado y las discusiones que inevitablemente van surgiendo se desvanecen en un mismo punto de encuentro: Nuestro sentido de pertenencia al otro y nuestra buena voluntad. 

La historia de un matrimonio pasa por muchas etapas y no todas han ido bien. De vez en cuando surgen discusiones y hemos pasado pruebas que nos han hecho llorar pero, como se suele decir, de todas estas experiencias salimos fortalecidos.

 

Hoy me vuelvo a casar, como entonces, convencida de estar de nuevo acertando. Y supongo que todo seguirá igual. No siempre le miro cuando él me mira ni él siempre mira cuando le estoy mirando, pero esos valiosos espacio-tiempo en que se cruzan nuestras miradas, acabamos sonriendo. Tenemos mucho en común, una conexión extraña, no existe nadie en el mundo que me conozca como él, y el hecho de que me quiera sabiendo bien cómo soy me hace sentir valorada.

 

Nos apañamos perfectamente. Yo le pongo la vida difícil y él me la pone fácil. Le pido que para las bodas de plata nos vistamos con nuestros trajes de novios porque en mi cabeza he imaginado a nuestros hijos, especialmente a María sin poder contener la sonrisa por ver casarse a sus padres y él consiente resignado. ¡Vaya chollo! ¡Así cualquiera! Pues la verdad es que sí. Aunque prefiero pensar que algo le aportaré para que me siga haciendo caso pero sospecho que el secreto de nuestro éxito en realidad está en él. 

A su lado tengo la seguridad de que somos indestructibles.

 

Por toda la vida juntos, Guillermo. Siempre contigo. Como he hecho grabar en tu anillo, rotundamente: “Sí, quiero”.








Peggy Sue's Homecoming







 

martes, 22 de noviembre de 2022

PAISAJE RESPLANDECIENTE BAJO UN CIELO GRIS “ENLÅG"

Enlåg partía con desventaja –o eso creía él–. 
Su cuerpo no estaba cubierto por escamas o placas como los demás dragones sino del mismo tejido terso y elástico con el que están hechas las alas. 
Esta particularidad habría podido enorgullecerle de no ser porque todos lo señalaban con desconfianza. Resultaba atractivo y sospechoso a la vez. La imagen que le devolvía su propio reflejo en la mirada de quienes le observaban le convenció de su imperfección: “Los dragones no son así. No deberían”. 
Desde luego esa piel lisa del color del bronce bruñido no resultaba funcional, le dejaba expuesto a las mordeduras y a las rastrilladas de las garras de los demás dragones. Jamás había considerado que precisamente su levedad le habría posibilitado alcanzar niveles de vuelo inaccesibles a cualquier otra criatura, que, además de ponerlo a salvo, le hubiera permitido verlo todo desde una perspectiva excepcional. 
Enlåg no supo que había nacido para volar muy alto en vez de para luchar; puede que lo intuyera pero ni siquiera lo intentó. Al menos no lo suficiente. Le faltaban esfuerzo e interés, quizá cordura. 
Abandonaba todo cuanto emprendía con lo que jamás conoció su potencial. Sólo se ocupó de compensar la vulnerabilidad de su piel con una poderosa arma de aliento amplificada hasta la desproporción. Era capaz de propulsar llamaradas de largo alcance durante mucho tiempo. Las que exhalaba a bocajarro resultaban casi mortíferas. Tan atroces que a menudo se causaba a sí mismo gravísimas quemaduras ya que nunca se detenía a calcular las consecuencias.



No sabía lo que hacía o no se podía contener. Dentro de él había una especie de hambre que no conseguía saciar y, a menudo, trataba de calmar con frutas o bayas que aturden los sentidos. El problema es que al tomarlas soltaba bocanadas incandescentes y no reparaba en si había o no alguien demasiado cerca. Sólo se preocupaba de transformar en cualquier otra cosa esa insoportable sensación que le abrasaba aún más que el fuego mismo y era su propio vacío interior.
Estaba condenado a destruir todo aquello que tocaba. Esta era su maldición. Aunque lo amara le infligía un daño que no podía evitar, a veces ni se daba cuenta. De lo que sí tomó conciencia es de que se iba quedando solo.
De todo esto ha pasado ya mucho tiempo.
Enlåg ya no lanza llamas. Hoy le cuesta respirar. Ahora que su piel es cuero cuarteado y tiene destruido el hocico recuerda con melancolía aquella época ya remota en que aún se contemplaba con satisfacción. 
Apenas se mueve. Pasa las horas enroscado en su guarida sin esperar a nadie. No queda nada ya que le pueda ofrecer consuelo. Sabe que pronto llegará la hora y está preparado a morir. Espero que sea pronto.
Le deseo un feliz vuelo. Ese que no supo emprender mientras estuvo aquí. 

Le recordaré por lo que pudo haber sido.
Por quien hubiera querido ser.

Sé que sabe que le quiero.

jueves, 7 de julio de 2022

CLAVE

https://wordle.danielfrg.com/

"Adivina la palabra oculta en 6 intentos. Un nuevo puzzle cada día"


WORDLE es un juego al que me enganchó una amiga hace unos meses y ya ha pasado a formar parte de mi rutina de las mañanas:

Me preparo un gran vaso de agua tibia con el zumo de un limón, ralladura de jengibre y vinagre de manzana y me siento a darle sorbos con mi pajita de cristal mientras resuelvo este acertijo.

Se trata de descubrir una palabra de cinco letras. Las letras que se vuelvan de color gris no son, las amarillas son pero están descolocadas y las verdes son y están en su lugar.

" CLAVE" ha sido la palabra de hoy del WORDLE en castellano. 

Después de acabar con las primeras tareas me recliné en el sillón, subí los pies a la silla, cogí el brebaje por el asa, el móvil con la otra mano y me puse a teclear. Se me ha ocurrido en tres segundos y he acertado a la primera. 

No sé cómo explicar qué pensé. Sucedió demasiado rápido. Cuando se voltearon en verde las cinco letras creo que sufrí un pequeño cortocircuito. Se tarda en comprender qué ha pasado porque, en realidad, no es posible. Es demasiada. casualidad. Pero este aturdimiento inicial me duró sólo un instante porque me despertó de repente un acceso de vanidad. y me puse a compartirlo. Pero inocente de mí.... ¿Qué mérito puede otorgarme el haber tenido suerte? 

Creo que lo que quiero es pensar que ha habido algo de intuitivo, que he merecido acertar. Al fin y al cabo me he permitido usar una " V " en la primera palabra. No es una letra común. Alguien que estudie estadística no habría desperdiciado la primera oportunidad en una "respuesta". Habría comenzado recabando información. Habría empezado con cuatro vocales "AUDIO" o habría elegido alguna una consonante común que pueda servir además para apoyarse en otras, "R". Pero yo he preferido "jugar", dejarme llevar por el primer pensamiento. Últimamente lo hago así. Es más entretenido. 




7/7/2022

Me ha encantado, además, que haya sido ésta y no otra. Cuando la palabra del WORDLE en inglés fue "TRAIN" justo ese día se me podía haber ocurrido ya que estaba viajando en tren, pero entonces no me habría sorprendido tanto. Habría pensado sólo: "¡Mira tú qué coincidencia!". O si hubiese sido "REINO" o "READY" con las que empiezo habitualmente. Pero que me haya asaltado ésta como pensamiento aleatorio parece casi esotérico. Su significado, además, "Código de signos convenidos para la transmisión de mensajes secretos o privados" está cargado de misterio –hoy por lo menos–. 

_No vayas a partir de ahora a caer en la tentación de tomar decisiones basadas en tus instintos. No has adquirido superpoderes de repente.

No habría estado nada mal que hubiese sucedido así.

¡Con qué insignificancias me monto yo una novela! Tiene algo de patético señalarlo como acontecimiento porque me temo que esto sea lo más emocionante que me vaya a pasar hoy. Bueno me tengo que conceder que extraordinario sí lo ha sido.

Me pregunto si el hecho de haber acertado a la primera me haga perder el interés en este juego en adelante. Supongo que lo averiguaré mañana. 

Hoy me voy a relamer.



YouTube "This Year" Serendipity

lunes, 10 de mayo de 2021

Autoficción. PAISAJE RESPLANDECIENTE BAJO UN CIELO GRIS "Enlåg y Venetik"

Una mañana en que la niña estaba jugando sola en su estancia escuchó un fuerte ruido semejante al de un velamen mal tensado que flamea por la acción del viento. Sus padres se habían ausentado y el guardián de la cancela tampoco se encontraba en casa. Supuso entonces que se trataba de sus dragones. Podría sonar a la enérgica batida de alas de cuando se disponen a levantar el vuelo. De pronto se hizo el silencio. 

Prosiguió entonces la conversación con su muñeca pero un nuevo ruido la interrumpió otra vez. Este alboroto provenía del interior, los dragones estaban dentro. Los golpes y sacudidas cada vez eran más fuertes. Dejó la muñeca sobre un almohadón y fue a comprobar qué pasaba. Abrió la puerta y de inmediato el ruido se amplificó. Se acercó tímidamente al corredor y el espectáculo la dejó inmóvil. Eran sus dragones enfrentados. Allí en medio, de pie y tiritando, les miraba sin pestañear para adivinarles la intención. Cuando vio a Enlåg dar un zarpazo a la cara de Venetik su cuerpecito se endureció. Cada nuevo golpe la estremecía. Veía cómo la sangre iba tiñendo sus enormes estructuras y no parecía importarles, ellos seguían embistiendo con la misma brutalidadLos dos dragones rugían y la casa retumbaba. La niña les miraba con verdadero terror. Se empujaban con tal violencia que destrozaban todo a su paso y la silla de la muñeca que se encontraba en el pasillo cayó doblada ante sus grandes ojos abiertos. 

No había nadie que la protegiera y nadie a quien acudir. Le caían lágrimas por las mejillas pero temía que un gimoteo les fuese a llamar su atención. No sabía qué hacer, no sabía qué les iba a pasar, quizá hoy hasta ella misma estuviera corriendo peligro. Ellos siempre se habían mostrado muy cariñosos con ella pero nunca antes los había visto actuar de esa manera. En su cabeza se cruzaban una confusión de ideas y de emociones que rivalizaban entre sí por aplicar una lógica de emergencia. 

Los pensamientos se sucedían de manera trepidante y no le quedó más remedio que entregarse a su intuición. Su precario entendimiento optó por archivarlo todo de un modo muy racional. Extraordinariamente racional para tener siete años. Probablemente no encontró otra herramienta que la de tomar distancia ya que la huida no era factible y la lucha claramente no era una posibilidad. No les perdía de vista. 

Sus ojos enrojecidos y sus miradas asesinas se centraban en su rival. En ningún momento percibieron que ella les observaba. Las miradas que se lanzaban ayudaron a la niña a deducir que ella no era el objetivo. Sólo tenía que apartarse para mantenerse a salvo. "Es una pelea entre dragones, no la emprenderán conmigo. Si me quedo aquí muy quieta no me harán dañoLos dragones se comportarán así, tienen que competir, son animales... ¿A quién se le ocurre albergar a dos dragones a la vez?" Iba razonando sola.

Sólo cabía esperar a que uno de los dos diera por finalizado el combate. En esta ocasión fue Enlåg quien se alejó volando. Venetik decidió quedarse en casa; era su manera de demostrar que había vencido, que sólo él estaba preparado para proteger a la familia. Antes de regresar a su rincón para lamerse las heridas reparó de repente en la niña y cruzó una mirada con ella. Al comprobar que estaba en perfecto estado se dio la vuelta y se hizo un ovillo. La niña se lo quedó mirando un instante y sin esperar una respuesta regresó a su habitación donde se encontraría segura. Consolada al fin por un duradero silencio, reanudó su juego.

Caída la tarde, la dama y el caballero 
regresaron a su casa convertida en un campo asolado tras la batalla. Identificaron a los responsables por los tremendos daños y corrieron al dormitorio para comprobar que su hija estaba bien. Se la encontraron durmiendo. Respiraba con placidez.

Esta fue la primera vez que la niña presenció una pelea pero estos enfrentamientos ya habían sucedido antes. Los dragones se encaraban, la dama perdía la paciencia y el caballero pedía paz. No sabían qué hacer, no acertaban a amaestrarlos. Quien verdaderamente les preocupaba era su dragón Enlåg. Al caballero y a la dama les costaba tantos disgustos que llegaron a considerar enviarlo a alguna comunidad capaz de recuperarlo pero uno no podía desprenderse tan fácilmente de sus dragones; una vez que los adoptas ya eres responsable de ellos. Lo cierto es que necesitaban ayuda y sólo podían contar con el guardián de la cancela –que no entendía de dragones– y con su niña pequeña.

La niña ya no era tan pequeña, había cumplido siete años y medía al menos cuatro pies pero todos le llamaban "niña". Nadie se daba cuenta de que, a pesar de su comportamiento infantil, el alma le iba creciendoQuizá era demasiado pequeña para haber presenciado una pelea de dragones pero así fue cómo adquirió una de las enseñanzas más prácticas para su vida; y lo hizo estoicamente, sin ningún tipo de tutela.

Le tranquilizaba ahora saber que para los dragones una niña inofensiva no era de su interés. Por una extraña simetría ellos dejaron de ser de interés para ella. Probablemente le convenía pensar así. Aquel día la niña se había grabado a fuego y en silencio esta práctica lección: Cuando los dragones se enfurecen conviene ponerse a salvo. 
Esta lección en sus sueños reposaba ahora tranquila. Tal vez mañana haga falta.

El episodio se olvidó. Volvió la calma... Y una tarde de domingo mientras la dama enjabonaba a su hija en la bañera le notó algo áspero en la espalda. Al enjuagarla observó que le habían salido escamas. 




miércoles, 5 de mayo de 2021

El diario

29 de abril

Hoy por fin ha terminado el pintor. Un tipo amable. Le pedí cambiar el color del baño y del vestíbulo una vez dada la primera capa y dijo que no había ningún problema, que era fácil de rectificar. Ahora ha quedado a mi gusto. Odio sentirme culpable cuando pienso que mi meticulosidad puede incordiar a otros. En mi cabeza resuena esta pregunta: –Mami, ¿por qué todo tiene que ser perfecto siempre?

En cuanto cerré la puerta me puse a examinar el trabajo y justo a la luz de la lamparita de entrada vi una gota en relieve. La raspé con un cuchillo y se oscureció de inmediato. "¡Pues claro, María! ¿qué esperabas?". Cogí uno de los botes de pintura que acababa de etiquetar con cinta adhesiva como "Vestíbulo" y retoqué con el dedo índice al modo en que que me cubro con maquillaje un granito de la cara. Mejor no mirarlo mucho más. Resolví dar todo por válido. Si quisiera corregir cada desperfecto de la casa tendría que meterme en obras.

Nota: Debo dejar de ser tan absurda.


30 de abril

Salgo a correr siete kilómetros. Mismo recorrido. Misma lista de reproducción. Mismos zapatos de deporte. Me recuerdo a Harvey Keitel en "Smoke" que fotografía su estanco cada mañana a la misma hora y ninguna imagen sale igual. Yo paso por el mismo punto mientras escucho poco antes o después la misma canción y siempre me sorprendo experimentando algo distinto. El hecho de no alterar la escenografía me permite prestar más atención a mis propias sensaciones. Hoy me ha costado arrancar pero me he mantenido voluntariosa y testaruda.

Al rato mandan el video de un corredor en el chat de la familia y escribo esto como respuesta:

"Precisamente de allí vengo. Tiempo total 39'39''. Frecuencia cardíaca ¡¿media?! 184 latidos por minuto. Durante un tramo he corrido a ritmo de "Don't get me wrong". Ahí sí que iba fuerte. Salgo del turno de noche y he dormido 4h. Llevo 16h de ayuno (aunque me he hidratado bien). Me da toda la impresión de estar entrenando para super-heroína. En casa estamos viendo cada finde una de MARVEL y se me ha subido a la cabeza. Un día la voy a palmar."

Por fin estoy logrando la forma física que quería y después de lo que me ha costado temo volverme a relajar. Me muevo entre dos extremos y no me fío de mí misma. A pesar de sentirme satisfecha con mi nuevo estilo de vida he conseguido preocuparles y lo lamento de veras.

Nota: Es normal que este comentario haya sonado inquietante. Tengo que pensar dos veces –o por lo menos una–, antes de dar a enviar. 


1 de mayo de 2021

He volcado las piezas del puzzle sobre el tablero de cristal que reposa en dos caballetes junto al mirador del cuarto de juegos y coloqué, una frente a la otra, dos sillas altas. Este puzzle es uno de los regalos de comunión de mi hija y hoy era el día perfecto para sentarse a hacerlo. Podría hasta resultar un entretenimiento ideal para ejercitar la paciencia. El sol iluminaba parcialmente la mesa y María corrió entusiasmada al ver lo que tenía preparado. 

Ha sido un placer ir encajando piezas mientras cantábamos juntas: "Cada día de lluvia tiene su arcoiris, el camino correcto no es el más fácil ..." Ella se dedicaba a ensamblar los personajes y yo construía el marco, rellenaba la vegetación y le ayudaba a buscar las piezas que no encontraba. Es un paisaje de animales y criaturas fantásticas dibujados con delicadeza. La luz hace brillar las crines del unicornio y la plumas de algunas aves. Está quedando precioso. El martes lo llevaré a enmarcar.






Hoy he vuelto a recordar cuánto disfruto haciendo actividades con María. 

Nota: Sacar el libro que estamos escribiendo a medias. Lo empezamos hace un año y queda poco para acabarlo.

Esterilla al suelo, piernas lastradas, mancuernas de dos kilos y una rutina de ejercicios de musculación en la biblioteca YouTube desde mi televisor. Prueba superada.

Han venido los abuelos. Nos enseñaron su nuevo coche y están tan ilusionados. Después de comer he ganado nuestra partida de pocha. Triple empate en segunda posición. Guillermo puso en la lata dos euros, ellos cuatro. Tenemos un montón de dinero ahorrado y da para un buen restaurante. Hemos decidido que iremos al brunch del Ritz un día de estos.

Por la noche nos repartimos los cinco entre los dos sofás. Cine en familia: "Los Vengadores".


2 de mayo

Amanezco dolorida. Mi marido y yo habíamos pensado el día anterior salir a caminar por la Sierra. Durante la semana apenas nos vemos y nos hace falta pasar mucho más tiempo solos. Les hemos preparado un desayuno especial a los niños y se nos ha ido haciendo tarde. No volveremos a tiempo para comer con ellos. Le hemos dado instrucciones a María para calentar el arroz. Tristán tendrá que poner la mesa y Guille quedarse cerca de su hermana para supervisarla y, cuando hayan terminado, guardar todo en el lavaplatos.

Hoy no pudimos adentrarnos hacia la ruta prevista, amenazaba lluvia. Hicimos bien en elegir el sendero por donde el cielo se veía azul. Caminamos despreocupadamente hasta que nos alcanzó la lluvia y tuvimos que buscar cobijo en un Asador de carretera. Eran sólo las doce y media pero tal y como estaba el cielo había que justificar una parada prolongada y nos sentamos a comer. Guillerno pidió judiones y una cerveza. Yo queso curado, espárragos a la brasa y presa ibérica. Comíamos y conversábamos al calor del comedor mientras caía una buena tromba afuera. Eché de menos mi onza de chocolate negro que suelo llevar encima para que no me tiente el postre y la sustituí por un café. Por fin amaina. Pedimos nuestra cuenta y reemprendimos el camino. 

Esta fue una de esas veces en que se acierta con el tiempo. Deshicimos nuestros pasos ahora bajo la luz del sol. La atmósfera parecía más silenciosa, sólo se escuchaban pajaritos y, quizá por no interrumpir esta quietud, permanecíamos callados. 




Al cabo de unos kilómetros llegamos a un puentecito que cruzaba un riachuelo. Este paraje me llamó a hacer una meditación. Intentar concentrarse en no pensar junto al sonido constante del agua me pareció un buen entrenamiento para mantener la calma en medio del tumulto cotidiano. 

Diez minutos nada más. 

Me senté sobre la piedra salpicada de musgo y dejé colgar las piernas. No fui capaz de mantener la mente en blanco. De pronto tomé consciencia de ser infinitesimal ¿Cuánto valdrá mi vida? Bueno, a mí –razono con la lógica de este instinto de conservación que tengo sobreestimulado– me importa. Llevo puesto un jersey rojo oscuro y en mi empeño desesperado por hacerme destacar me visualizo como una mota de polvo roja en medio del infinito, como si el hecho de diferenciarme me asegurara una consideración especial. ¡Estoy aquí!, me imaginé susurrando. He sentido muy de cerca la resistencia del hombre que se resigna a no ser más que anecdótico en la inmensidad del espacio y del tiempo. 

La actividad de mi reloj marcaba dieciséis kilómetros. Eran las cuatro y media.

A la vuelta paramos a hacer la compra. Llenamos todo el carro de algunos –pocos– caprichos y de muchas buenas intenciones. 

Colocamos en su sitio el contenido de las bolsas, cenamos y por fin me tiré en el sofá. Me siguen doliendo las cervicales. Guillermo me comentó que quizá tenga que ver con el cambio de colchón. Aún no tenemos cabecero pero hoy volvemos a nuestra cama. Tengo ganas de descansar.

Nota: Entrenar el conformismo/la indiferencia y pedir cita con el fisio.


3 de mayo

Vuelvo a despertar dolorida y me siento perezosa. Hoy descanso muscular. Me paso el día en albornoz. Ni siquiera me he duchado. Me he propuesto poner orden en el baño antes de hacer ninguna otra cosa y ya lo tengo impecable. Me he sentado frente a Guillermo para escribir este ejercicio mientras él adelanta trabajo. Me llega un nuevo whatsapp: En dos días me va a poder ver el fisio. Al rato me levanto a cocinar una sopa miso con setas mientras en mi móvil escucho "Drácula". Está escrito como un diario y me sirve de inspiración. Tiene párrafos que subrayaría sin duda si estuviera leyendo el libro: "Estoy cercado de terrores en los que no me atrevo a pensar". Anoto esta y alguna otra frase más en una carpeta del móvil mientras acabo el desayuno y vuelvo a mi ordenador masticando nueces con chocolate.

La cocina se suele ocupar por turnos. Yo hago ayuno intermitente y llevo un horario anárquico.  A veces me siento a la mesa sólo para estar con ellos pero hoy he aprovechado para concentrarme en esto. Lo releo y reescribo. Ojalá tuviera el talento para escribir sin retocar.

Todos se han dispersado. Desde mi escritorio se escucha a María cantar y a Tristán hablar online con sus amigos. Guillermo hace la declaración de Hacienda y a Guille, en su habitación, me lo imagino estudiando. 

Hoy hemos visto "Los lunes al sol" con Guille, tiene que hacer un trabajo para economía y pausábamos de vez en cuando para que pudiera ir tomando notas. Estoy sentada en el sofá y Guillermo me amasa las piernas. Me quedaría así para siempre.

Sigo contracturada.

Nota: Llamar al médico para que me remita a un buen traumatólogo.


4 de mayo

He dormido algo mejor pero ahora me molesta el hombro. Lo primerísimo que hice fue enviar un mensaje a mi médico. Al rato me consiguió una cita para mañana, me he quedado más tranquila. 

Vino el técnico de Movistar y ya podemos ver nuestra serie, le he pedido un nuevo mando y ¡hasta se puede rebobinar! 

He caminado en la cinta durante hora y media mientras veía el resumen de los Oscar. Se llevó la estatuilla "Otra ronda" como mejor película extranjera, hoy me he enterado. La había recomendado tanto entre mis amigos que me alegró que ganara. Brindaré por ello. 

Volví a comer sopa miso, no me imagino a nadie más probando este mejunje en casa. A los niños les ofrecí spaguetti bolognesa. 

A las tres menos veinte vino Guillermo a recogerme para salir a votar. Había una cola insensata. Le acompañé durante diez minutos y me tuve que marchar para llegar con tiempo a una cita. Esta cita me la habían borrado de la agenda cuando llamé para cancelar las de la semana en que estuve aislada así que he aprovechado el viaje para enmarcar el puzzle, comprar una caja donde guardar los móviles y elegir las telas para tapizar el cabecero y reemplazar las cortinas de nuestro dormitorio. 

Me ha llamado María desde California, no hablábamos desde la semana pasada y nos hemos puesto al día aunque en este tiempo ha estado haciendo un curso sobre Eneagrama y quiero que me cuente más.

Se me hizo tarde, no he votado. 





martes, 20 de abril de 2021

El paseo. Sabiduría práctica para la vida.

"No pasa nada"... "No pasa nada" me repito como un mantra mientras miro mis zapatillas de ante avanzar sobre el suelo salpicado con gotas de pintura seca. Tengo los bajos de mi pantalón cubiertos de polvo blanco. Me puse este pantalón ayer y me lo volveré a poner mañana, ¿qué importancia tiene ya?, me está resultando cómodo.

Rodeo con paso lento y obstinado la cama cubierta de plástico, único mueble que ha quedado en el centro de mi habitación. Se escucha el eco de mis pisadas. Por la ventana sin cortinas la luz entra ahora a raudales. Voy sacando de uno en uno cada dedo de las manos y cuento una y otra vez para asegurarme de que el domingo veinticinco podremos salir de casa. La asistenta dio positivo ayer miércoles. Hay que contar hasta diez. Jueves uno, viernes dos... 

Estamos todos aislados y sólo ha transcurrido un día. Voy y vuelvo por la casa como un león enjaulado. Me asomo al cuarto de baño, veo las paredes parcialmente emplastecidas, botes de pintura en el suelo cubierto de plástico transparente y plástico también sobre ducha, inodoro y encimera salvo una abertura en el lavabo porque nuestro grifo gotea. Los techos están recién pintados, a esto sí que le dio tiempo. El pintor tuvo que marcharse en cuanto le di la noticia. Sobre la encimera aún reposa el vaso de cristal vacío. El día anterior le había ofrecido algo para beber. –Sólo agua, muchas gracias. –¿Del grifo o de la nevera? –Del grifo, por favor. He decidido dejarlo ahí como infantil garantía de que su dueño volverá muy pronto a usarlo, que terminará el trabajo. Le hice prometer que regresaría el lunes por la mañana. –El lunes 26 a las 07:30, –contestó solemnemente–. Necesitaba oírlo decir en alto.

Ya sé, ya sé. No se puede planificar –me digo mientras recorro la cocina a gatas con papel húmedo en la mano para limpiar de huellas el suelo–. "Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes" se burla el dicho. Yo prefiero confiar en que se cumplirán los míos o simplemente recurriré a mi nuevo paliativo: "No pasa nada". Estoy aprendiendo a usarlo.

Mi marido y yo nos hemos trasladado al dormitorio de invitados y nos da la sensación de estar en una habitación de hotel. De lo alto del armario cuelga una percha con mi nuevo pantalón de seda y un top de organza color tostado. Espero que no haga frío. El vestido de María se lo había llevado mi hermana para coserle cintas de raso beige alrededor de los puños. La cama es desproporcionadamente grande para el tamaño de la habitación y como ha quedado asediada por cuadrantes, almohadones y cojines que ahora tenemos por duplicado no queda otra que trepar desde uno de los extremos para meterse en ella.

Nos preguntan por teléfono desde el Centro de Salud si tenemos algún síntoma. –Por el momento estamos bien, muchas gracias. María me había dicho antes del desayuno que se sentía débil. Le preparé una tostada con huevo duro, queso de oveja, algunas nueces y dos mandarinas. No ha vuelto a quejarse.

Me dirijo a la que fue mi habitación para examinarla esta vez a la luz de la mañana. Cuatro brochazos sobre la pared de diferentes tonalidades esperan ser elegidos. Ladeo un poco la cabeza. El garbanzo de abajo a la izquierda, sin duda. Creo que va a quedar muy bien. Vuelvo por el pasillo protegido con el plástico hasta el distribuidor. Apoyado sobre dos baúles el retrato de mi marido ahora vigila la entrada. Me estoy acostumbrando a verlo ahí, es posible que se quede. 

Tengo los muebles de la habitación y el baño repartidos por la casa. Me paseo de uno a otro para examinarlos. 

Me estoy planteando reubicar un par de ellos. En ocasiones conviene reconsiderar lo que ya dábamos por sentado. 

Se nos amontona el trabajo y me toca cocinar. Maty había dejado unas lentejas a remojo y voy a tener que hacerlas. Mi hermano mayor me da indicaciones por teléfono pero me acaban quedando duras. Supongo que no he tenido cuidado con los tiempos de cocción. Mientras mastican cuidadosamente los niños se miran de reojo. Mañana prepararé hamburguesas. 

Han transcurrido ya cinco días. Seguimos asintomáticos. Sábado, domingo, lunes... Miro el pronóstico del tiempo, puede que el domingo llueva. Tendré que ponerme otra ropa. Suspiro... No pasa nada. 

Saco la cinta de caminar y abro dos ventanas enfrentadas para crear corriente. Guillermo tele-trabaja desde el salón y aquí no molesto a nadie. Me pongo los auriculares, la habitación de Guille queda justo al otro lado y parece que tiene clase. Selecciono la actividad "andar en cinta" en mi reloj y programo la máquina a máxima velocidad. En lugar de senderos de tierra mientras contemplo el paisaje recorro con mi mando a distancia los canales de YouTube. Hora y media a ciento treinta latidos por minuto. Hoy he escuchado una charla sobre estoicismo. Verdaderamente inspiradora.

Martes, miércoles, jueves... El domingo quedaremos libres, está requete-calculado. A las once se celebra la Primera Comunión de María. Ella está entusiasmada porque va a salir a cantar con su mejor amiga. Eso y que mi hermano le va a regalar uno de los conejitos de la última camada aunque le he puesto la condición de que se lo llevarán de vuelta. –Podrás cuidarlo en verano. – Vaaaaaale.

Me he puesto a bailar en el salón. Había pensado que es buen momento para aprender la coreografía de Jerusalema. He terminado sudando. Buen rollo.

Esta nueva actitud me está dando resultado; he aprendido de la mejor. Hace poco a mi sobrina que sólo tiene año y medio le oí consolarse sola: "No pasha nada", decía. La frase corta más terapéutica que había escuchado en mi vida. Ahora me sorprendo pronunciándola con su simpática entonación en lugar del ¡Me cago en todo! habitual que suelto espontáneamente cuando se me derrama algo, me quemo con la sartén o me dejan habitación y baño empantanados durante semana y media. Es tan fácil como articular en voz baja y convincente: 

No - pasa - nada.




Masala kids "Jerusalema"

miércoles, 17 de marzo de 2021

Entrevista EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVID

Pasan los días, las semanas, los meses. Nuestro estilo de vida ha dado un vuelco inesperado y aún no se vislumbra el regreso a la normalidad. Ahora se cumple un año desde la primera declaración de estado de alarma en España y su consiguiente confinamiento. Desde entonces nos hemos ido adaptando con mayor o menor destreza a esta nueva realidad. A quienes no les ha alcanzado la tragedia quizá hayan encontrado en esta crisis la oportunidad para replantearse, desde una calma desconocida, un nuevo punto de mira. Pero, ¿qué nos está sucediendo? ¿Qué repercusión silenciosa cabe pronosticar? ¿Qué secuelas psicológicas dejará tras de sí este aislamiento?

Mando un whatsapp a Antonio Catalán, psicoterapeuta y profesor de técnicas de psicoterapia, al que ya considero amigo por si me pudiera ayudar a resolver estas dudas pero mi mensaje llega en un momento inoportuno. Acaba de superar un segundo COVID y está intentando reanudar su apretada agenda de consultas en estos tiempos particularmente difíciles para mantener el equilibrio emocional. 

Con todo va a pedir permiso a su compañera Carmen Durán, psicóloga y escritora, a quien también considero amiga, para compartirme unas reflexiones que responderían mis preguntas. A ella no le gustan las entrevistas, me adelanta. Al rato salta un mensaje en el móvil; es un documento PDF que me despierta la misma expectación que si me lo hubieran deslizado impreso por debajo de la puerta. Quizá se trate de aguzar nuestros sentidos para reconocer en estos nuevos gestos aparentemente fríos una verdadera demostración de amor.

Imprimo y encuaderno lo que ya parece un libro y encuentro que ella se ha hecho las mismas preguntas que yo a las que responde, a menudo, con conjeturas. Tan incierto es el futuro. Hago un primer borrador y se lo envío por correo para que me dé el visto bueno. Quedamos en hablar al día siguiente.

Llamo por teléfono y me responde con voz débil y agitada que tiene problemas con la caldera, que le dé diez minutos más. Al poco me llama ella. "Ya lo están solucionando". La comunicación se entrecorta, no hay buena cobertura. "Me he venido a vivir al campo –me dice– para evitar mascarillas". Ella se encuentra bien. Había estado reflexionando porque el confinamiento le ha afectado directamente y, con tiempo por delante comenzó a escribir este "Testimonio" para que quede constancia de su sentir personal.

Aunque no tenía intención de publicarlo porque calcula que en los dos años que llevaría hacerlo habrá perdido interés, sí pensaba en una pequeña autoedición para repartir entre amigos. "Quizá, –considera– lo envíe a mi editorial (Kairós) para que me aconsejen". Le pregunto por el resumen que le mandé.

"María, está muy bien captado todo. Lo único que te diría es que si lo quieres plantear como entrevista, esas serían las respuestas pero, tendrías que escribir las preguntas, ¿no crees?"

Yo ya lo había intentado pero las preguntas que se me ocurrían no me sonaban auténticas así que busqué una solución intermedia para dar cierta coherencia a los saltos de contexto. Intercalar epígrafes por cada bloque de ideas.

Le pareció bien.


EL AMOR EN LOS TIEMPOS DEL COVID

Carmen explica que el mayor enemigo del amor, su verdadero antagonista no es el odio, sino el miedo. "El miedo nos aísla, nos conduce a evitar riesgos, incluso a cerrar nuestro corazón por el temor a recibir un daño. Pero hoy no se trata de un desconocido del que hay que desconfiar, también los amigos y familiares se han convertido en potenciales peligros de los que protegerse".

"El amor –aquí cita a Maturana–, fue la emoción fundamental que intervino en la evolución del ser humano y la estrategia elegida que le posibilitó la supervivencia ya que implica sostener conductas de aceptación mutua. El amor es la única manera de vivir en sociedad. En el amor el otro tiene una existencia legítima, no se le niega sino que se le acepta como válido con su propia visión del mundo".  

"Pero las condiciones generadas por la pandemia han propiciado un escenario que la doctrina del shock entendería como revulsivo: Una sacudida en los cimientos que obligue a empezar de cero. Quizá un cambio de paradigma en que el amor deje de ser funcional".

VULNERABILIDAD POR EDADES

Este distanciamiento obligado nos está afectando a todos y según sea la edad de quien lo está viviendo, las repercusiones son distintas:

"La distancia social, el uso de mascarillas y el confinamiento no tienen por qué afectar al infante siempre que tenga el contacto físico y emocional que necesita. En su mente quedan asociados el amor con la ternura. El punto de vista de la psicología considera que este vínculo sostiene el apego y determina la calidad de vínculos posteriores".

(...)

"Al llegar la adolescencia, se tienen las primeras experiencias amorosas y sexuales. En este "trastorno mental transitorio" que supone un enamoramiento, el interés por el otro prima sobre ninguna otra cosa y compartir momentos de plenitud es algo muy poderoso. En un escenario donde la pareja no está presente o en el que no se propician los encuentros para que este enamoramiento pueda tener lugar, los adolescentes corren el riesgo de utilizar "sucedáneos" que satisfagan sus instintos porque el sexo es más primario que el amor. Así, las relaciones online y la pornografía desvían la energía sexual de su cauce natural y acaban por convertir a las personas en objetos permanentemente disponibles con los que todo está permitido"... "Una de las consecuencias más peligrosas es la dependencia adictiva a este tipo de sexo que no conlleva implicación". 

(...)

"Hasta hace nada, los abuelos hemos sido un apoyo en la crianza de nuestros nietos. Para el mundo interior de los nietos, éramos unas figuras cariñosas, cálidas y complacientes que siempre estábamos de su parte. El hecho de proteger a los abuelos podría establecer un nuevo tipo de relación donde esa distancia sea el preludio de mayor distancia emocional". 

SECUELAS

"Quizá la  renuncia más difícil de asumir es la que supone perder el mundo tal y como lo hemos conocido y por el que tanto hemos luchado. Este distanciamiento nos puede costar más caro de lo que cabía suponer. La soledad alimenta la depresión y el envejecimiento prematuro"... "Los psicólogos son cada vez más necesarios en estas circunstancias y, aunque no podamos esperar de ellos que resuelvan nuestros problemas, sí nos pueden ofrecer consuelo, acompañamiento, comprensión y técnicas psicológicas que permitan ir cerrando heridas para que esta situación no nos marque de por vida".

"Más que la recuperación económica, política y de estilo de vida, recuperar la posibilidad de relaciones afectivas libres y fluidas parece ser la necesidad más acuciante en esta crisis".

SÓLO QUEDA CONFIAR

"Se está librando una batalla por la supervivencia y en esta batalla se hace necesaria la colaboración social, científica y humanitaria entre todas las naciones, precisamente porque lo que está en juego no es ya la autoconservación sino la conservación de la especie. En la época en que éramos capaces de alargar la vida, de manipularla genéticamente, nuestro narcisismo se viene abajo y nos hallamos humillados ante un pequeño virus que nos tiene alterados a escala mundial y quizá represente un reto para llevarnos a ver la necesidad de colaborar en vez de competir. Una lucha entre la vida y la muerte en la que no sabemos si la humanidad volverá a optar por la cooperación y el amor o por el "sálvese quien pueda"".

"Si queremos seguir viviendo en un mundo en el que, aunque no sea seguro (nunca lo fue), nuestros principios éticos sigan siendo valores respetables, tendremos que despertar nuestras conciencias, actuar para que así ocurra y al mismo tiempo confiar en que la vida sabe hacia dónde va, como lo ha venido haciendo siempre, sin que haya necesitado, en ningún momento, de nuestra sabia y personal dirección".