lunes, 10 de mayo de 2021

Autoficción. PAISAJE RESPLANDECIENTE BAJO UN CIELO GRIS "Enlåg y Venetik"

Una mañana en que la niña estaba jugando sola en su estancia escuchó un fuerte ruido semejante al de un velamen mal tensado que flamea por la acción del viento. Sus padres se habían ausentado y el guardián de la cancela tampoco se encontraba en casa. Supuso entonces que se trataba de sus dragones. Podría sonar a la enérgica batida de alas de cuando se disponen a levantar el vuelo. De pronto se hizo el silencio. 

Prosiguió entonces la conversación con su muñeca pero un nuevo ruido la interrumpió otra vez. Este alboroto provenía del interior, los dragones estaban dentro. Los golpes y sacudidas cada vez eran más fuertes. Dejó la muñeca sobre un almohadón y fue a comprobar qué pasaba. Abrió la puerta y de inmediato el ruido se amplificó. Se acercó tímidamente al corredor y el espectáculo la dejó inmóvil. Eran sus dragones enfrentados. Allí en medio, de pie y tiritando, les miraba sin pestañear para adivinarles la intención. Cuando vio a Enlåg dar un zarpazo a la cara de Venetik su cuerpecito se endureció. Cada nuevo golpe la estremecía. Veía cómo la sangre iba tiñendo sus enormes estructuras y no parecía importarles, ellos seguían embistiendo con la misma brutalidadLos dos dragones rugían y la casa retumbaba. La niña les miraba con verdadero terror. Se empujaban con tal violencia que destrozaban todo a su paso y la silla de la muñeca que se encontraba en el pasillo cayó doblada ante sus grandes ojos abiertos. 

No había nadie que la protegiera y nadie a quien acudir. Le caían lágrimas por las mejillas pero temía que un gimoteo les fuese a llamar su atención. No sabía qué hacer, no sabía qué les iba a pasar, quizá hoy hasta ella misma estuviera corriendo peligro. Ellos siempre se habían mostrado muy cariñosos con ella pero nunca antes los había visto actuar de esa manera. En su cabeza se cruzaban una confusión de ideas y de emociones que rivalizaban entre sí por aplicar una lógica de emergencia. 

Los pensamientos se sucedían de manera trepidante y no le quedó más remedio que entregarse a su intuición. Su precario entendimiento optó por archivarlo todo de un modo muy racional. Extraordinariamente racional para tener siete años. Probablemente no encontró otra herramienta que la de tomar distancia ya que la huida no era factible y la lucha claramente no era una posibilidad. No les perdía de vista. 

Sus ojos enrojecidos y sus miradas asesinas se centraban en su rival. En ningún momento percibieron que ella les observaba. Las miradas que se lanzaban ayudaron a la niña a deducir que ella no era el objetivo. Sólo tenía que apartarse para mantenerse a salvo. "Es una pelea entre dragones, no la emprenderán conmigo. Si me quedo aquí muy quieta no me harán dañoLos dragones se comportarán así, tienen que competir, son animales... ¿A quién se le ocurre albergar a dos dragones a la vez?" Iba razonando sola.

Sólo cabía esperar a que uno de los dos diera por finalizado el combate. En esta ocasión fue Enlåg quien se alejó volando. Venetik decidió quedarse en casa; era su manera de demostrar que había vencido, que sólo él estaba preparado para proteger a la familia. Antes de regresar a su rincón para lamerse las heridas reparó de repente en la niña y cruzó una mirada con ella. Al comprobar que estaba en perfecto estado se dio la vuelta y se hizo un ovillo. La niña se lo quedó mirando un instante y sin esperar una respuesta regresó a su habitación donde se encontraría segura. Consolada al fin por un duradero silencio, reanudó su juego.

Caída la tarde, la dama y el caballero 
regresaron a su casa convertida en un campo asolado tras la batalla. Identificaron a los responsables por los tremendos daños y corrieron al dormitorio para comprobar que su hija estaba bien. Se la encontraron durmiendo. Respiraba con placidez.

Esta fue la primera vez que la niña presenció una pelea pero estos enfrentamientos ya habían sucedido antes. Los dragones se encaraban, la dama perdía la paciencia y el caballero pedía paz. No sabían qué hacer, no acertaban a amaestrarlos. Quien verdaderamente les preocupaba era su dragón Enlåg. Al caballero y a la dama les costaba tantos disgustos que llegaron a considerar enviarlo a alguna comunidad capaz de recuperarlo pero uno no podía desprenderse tan fácilmente de sus dragones; una vez que los adoptas ya eres responsable de ellos. Lo cierto es que necesitaban ayuda y sólo podían contar con el guardián de la cancela –que no entendía de dragones– y con su niña pequeña.

La niña ya no era tan pequeña, había cumplido siete años y medía al menos cuatro pies pero todos le llamaban "niña". Nadie se daba cuenta de que, a pesar de su comportamiento infantil, el alma le iba creciendoQuizá era demasiado pequeña para haber presenciado una pelea de dragones pero así fue cómo adquirió una de las enseñanzas más prácticas para su vida; y lo hizo estoicamente, sin ningún tipo de tutela.

Le tranquilizaba ahora saber que para los dragones una niña inofensiva no era de su interés. Por una extraña simetría ellos dejaron de ser de interés para ella. Probablemente le convenía pensar así. Aquel día la niña se había grabado a fuego y en silencio esta práctica lección: Cuando los dragones se enfurecen conviene ponerse a salvo. 
Esta lección en sus sueños reposaba ahora tranquila. Tal vez mañana haga falta.

El episodio se olvidó. Volvió la calma... Y una tarde de domingo mientras la dama enjabonaba a su hija en la bañera le notó algo áspero en la espalda. Al enjuagarla observó que le habían salido escamas. 




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