domingo, 27 de enero de 2013

EL ARTE DE LA GUERRA

Ayer regresaba a casa después de mi turno de noche delirando con desmayarme en el sofá. Giré con cuidado la llave sin saber que me esperaba en el salón el comité de bienvenida al completo. María se había despertado a las siete y por lo visto se lo fue haciendo saber a toda la familia. El día prometía ser interminable. 
Habíamos quedado con los padres de Guillermo. Aparecieron a las dos con la comida puesta. Un tupper de potaje de garbanzos y tortilla de patatas por si el anterior no triunfaba entre el público infantil. 

Siempre es divertido pasar la tarde con los abuelos, tienes garantizadas partidas de pocha disparatadas y discusiones imposibles sobre cualquier asunto. Hoy tocaba hablar de Lincoln, la película.

El guión me pareció brillante. Me encantó lo increíblemente bien que estaba caracterizado Daniel Day Lewis y su genial interpretación. Esa forma de caminar, su tono de voz y el modo en que se le rompía al encenderse enfurecido, la media sonrisa que asomaba a sus ojos cuando relataba historias, cómo bajaba la mirada para evitar cierta cuestión o la clavaba firme para persuadir. Me imaginé al presidente más fascinante que haya podido habitar en la Casa Blanca.





        - La primera media hora sobraba.
        - A mí también se me hizo larga. Lo que está claro es que desde que el mundo es      

        mundo, se comercia con los votos.
        - Aquí se demuestra que no era un buen hombre, que pudiendo negociar el fin de la    
        guerra, renunció a hacerlo por sus propios intereses.
        - ¡¿Por sus propios intereses?! (Se me debieron de abrir ojos y boca en un gesto de 
        estupefacción).
        - Quiero decir que dejó morir a miles de hombres por un ideal.



Hasta donde tengo entendido, Norte y Sur se habían enfrentado por razones económicas, la Nación estaba ya dividida en dos maneras de pensar. Una vez que se ha declarado la guerra y ha caído la primera víctima, más vale que el fin haya valido la pena.

Hay maniobras bélicas sin un propósito en sí mismas. Se sacrifican vidas como daños 
colaterales consecuencia de un plan premeditado de distracción.
Quien haya jugado al Risk sabe a qué me refiero. 

Lincoln tuvo la visión, energía y destreza para convertir el final de esta lucha en la noble causa de la abolición de la esclavitud. Tomó una decisión éticamente cuestionable para lograr su objetivo. Quiero pensar que no fue mera estrategia política. 


Aún me pregunto si una sola muerte justifica la consolidación de cualquier derecho fundamental.



No me corresponde a mí responder mientras doy sorbos al café con leche en una tranquila tarde de domingo, sino a quien se sepa agraviado. 






YouTube Trailer "Lincoln" Steven Spielberg



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