jueves, 7 de febrero de 2013

COLECCIONISTAS DE SENSACIONES

Una mañana de otoño con el cielo aún indeciso, viajas solo a un pueblecito olvidado de Castilla por una carretera fantasma, yo diría abandonada. Detienes el coche ahí en medio y te bajas sobrecogido por la simpleza de un paisaje intacto, llano y terroso, con un patchwork de cultivos y algún árbol ocasional. Giras sobre ti mismo y sólo escuchas silencio, y sólo ves horizonte. Trescientos sesenta grados de horizonte. Te embarga una emoción, desconocida hasta entonces, que te quiere hacer llorar. 

Durante tus vacaciones de verano, decides levantarte antes que el sol para dejar las primeras huellas en la arena mojada de la playa más bella del mundo y al acabar el paseo te tumbas en tu cala particular de cuatro metros cuadrados con vistas al inmenso azul, verde, blanco y turquesa que, ni calla ni se detiene, donde ya inciden los primeros rayos que te hacen cerrar los ojos hasta perder la conciencia. Vuelves en ti, no sé cuánto tiempo después, al escuchar la primera voz.

Como todas las navidades, te reúnes con la familia. Diecinueve personas de todos los tamaños. Y, entre el caos de servir las bebidas, carreras de niños y cena que nunca está preparada a la hora prevista, surge una conversación apasionante y la gente se pisa la palabra; alguien suelta algo absurdo, otro contesta con un argumento genial, das un bocado a un delicioso pan tumaca con jamón -copa de vino en la mano-, escuchas la mayor barbaridad que hace que todos estallen de risa... y te queda esa impresión de que perteneces, de que te encuentras en casa.

Yo quiero ser muy consciente, empaparme, hacer mío cada uno de estos relatos, pero hay sensaciones que sólo quisiera intuir por lo que he visto en el cine, leído en los libros o, qué remedio... soñado.

No me importará perderme el agujero en el estómago segundos después de caer de una avioneta al vacío por muy alucinante que sea "flotar" en el aire a continuación, o los efectos sedantes de la morfina, ...a menos que me la prescriban en cuidados paliativos. Guiño a Josechu. (Con mi mente hipocondríaca me suelo anticipar a la peor de las situaciones y él con toda su paciencia, me escuchaba enumerar mi larga serie de "síntomas").


Melancolía, placer, calma, entusiasmo, ternura, diversión, alegría, pasión... el listado de sensaciones es numerus clausus. No hay mucho más, y me basta.
Uno de mis sobrinos se jacta de gastar su dinero en experiencias. 
- otros se compran zapatos, -comenta mientras me mira-.

Un compañero de trabajo me explicó el concepto "memoria de sensaciones". Momento dedos de pies, lo llama. Cuando una experiencia le está haciendo disfrutar, encoge los dedos de sus pies que actúan como grabadora para perpetuar en el recuerdo estas impresiones que resonarán ya eternamente. La idea puede sonar absurda, pero a él parece funcionarle.




Ayer Tristán se metió en mi cama. Se acababa de marchar Guillermo a Barcelona y el lado izquierdo quedó libre. Noté cómo arrimaba su cuerpecito al mío y me encantó su contacto, pero estaba tan dormida que no fui capaz de abrazarlo. De pronto me asaltó la idea de que para él podría representar uno de esos instantes mágicos que recordarás toda la vida e hice un esfuerzo en espabilarme. Le acaricié la carita y le besé la cabeza. Él sonreía, había estado despierto todo este rato, muy quieto... para que no le mandara de vuelta a su habitación, imagino.


Hoy ha vuelto Guillermo. Quiero acostarme pronto, sentir la paz del silencio que indica que todos duermen, que todo está en orden...

y juntar los infinitos.




YouTube "New York Stories" Martin Scorsese



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