Con esto te encuentras una mañana zapeando emisoras de radio.
En sólo un momento tu cerebro procesa la información que le llega y desecha...
O almacena (a saber con qué criterio de clasificación).
Tengo verdadera curiosidad por conocer si mi estado de ánimo cambia inconscientemente a cada fracción de segundo según lo que voy escuchando, o lo fundo en un "todo" difuminado y homogéneo que me provoca la misma respuesta indolente. Cualquier día me coloco un holter y electrodos en la cabeza para comprobar si alguna de estas noticias me altera lo más mínimo alguna función vital. Voy a pensar que no.
Sucede que nos hemos estado acostumbrando desde pequeños a digerir la peor de las desgracias junto al resto del almuerzo. Das un bocado al filete e interrumpe la televisión: Nuevo atentado en Guipúzcoa, bla, bla, bla.
Aprendes, por imitación las exclamaciones de tus padres, hermanos o tíos.
- ¡Fíjate qué horror! ... Pásame la sal, por favor.
- Son unos desgraciados hijos de puta. Se les debería poder matar como cazarrecompensas con total impunidad... Quita el codo de la mesa.
Deduces por sus gestos, tono de voz y actitud, que existe lo que se llama una tolerancia pasiva y aprendes bien el mensaje: Total..., no te ha pasado a ti.
Con el tiempo repites estas mismas conductas. Se trata de comentar la jugada imprimiendo estilo propio.
Hoy el tema del día es "la corrupción". Puedes esta vez mostrar tu más enérgica repulsa, escandalizarte, blasfemar para enfatizar tu indignación, o reírte asombrado del grado de desfachatez de los protagonistas en una comida de trabajo.
Paradójicamente además, entre el hummus y la cerveza, te vas sintiendo mejor, recuperas el nivel de azúcar en sangre porque no habías desayunado, compartes animadamente opiniones y fluye la comunicación entre colegas.
Me imagino hormiga, siguiendo en larga fila a la que va delante, y al ver que un zapato la pisa indiferente, dejándola moribunda; yo, impasible, la rodeo sin rozarla siquiera con mis antenas, para proseguir mi camino.
El pasado mes de diciembre tras conocer la noticia del tiroteo en la escuela Sandy Hook de Connecticut, comprendí esta tragedia en toda su dimensión, me desgarré por dentro y me sorprendí llorando desconsoladamente. Me estuve haciendo mil preguntas, me rebelaba contra el sistema, allí sola, en mi coche aparcado frente al colegio de mis hijos mientras les esperaba a la salida. Cuando me doy cuenta de que no puedo hacer nada, de que no voy a hacer nada... un evolucionado mecanismo de defensa llamado "anteojeras facebook" acudió en mi ayuda para distraerme.
Dos días después del asesinato aún se discutía sobre la tenencia de armas. Me da igual.
Me tiene que dar igual para no golpearme cual pájaro bebedor (ese móvil perpetuo) contra la misma pared...
O hago de ello mi causa y acabo frente a la Casa Blanca dentro un cartel con tirantes a falta de mejores ideas.
El caso es que no me preocupo de mantenerme informada. Me gusta conocer la actualidad por lo que me cuentan mis amigos, mi familia o compañeros ya con el filtro de su opinión. Me interesa saber cómo piensan, cómo les afecta o les divierte. Así reafirman sus posturas, no siempre previsibles. Así les conozco mejor.
Y mientras unos ponen a salvo sus "ahorros" debajo de una baldosa, otros nos dedicamos a divagar absurdamente sobre si éste o aquél no han pillado o si deberían dimitir, y a colgar el chiste de moda en la red.
Sólo nos falta balar.
YouTube "Il Pulcino Pio" Radio Globo
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