martes, 5 de febrero de 2013

DESTREZA EN LA MESA DE BILLAR

Nunca he sido supersticiosa, no me interesa el horóscopo ni me fijo en las "señales". Soy una convencida de que cada uno es responsable de su propia suerte. Es cierto que te reparten las cartas, pero una vez empezada la partida, eres tú quien dirige el juego. Ya me lo dijo un amigo y entonces no estuve de acuerdo: "tenemos lo que nos merecemos".

Gran verdad.

Cada mañana ojeas tu lista de posibilidades: Compra en supermercado, cocinar para la semana, ir a esa exposición que está a punto de cerrar, preparar el examen de inglés, practicar piano, supervisar los deberes de los niños, gimnasio, lectura, cine... Si además trabajas, deberás ajustarte al menú del día y como mucho, darte un capricho a los postres.

Pero hay momentos en que una de estas decisiones determina tu futuro. Te desvías sólo un grado de la trayectoria y tu destino ya es otro. Es un hecho constatado. Lo digo yo, que entiendo de vectores.

Anoche coincidimos con mi sobrino y su novia en la misma fila de butacas de una sala de cine. Ninguno de los cuatro ocupaba el asiento asignado en su entrada por esa irresistible tendencia a "ir por libre", supongo.
Al acabar la película nos tomamos algo juntos y se habló de "casualidades". De cómo conocimos a nuestras parejas y qué nos impulsó a empezar una relación.
Las dos historias son, como poco, curiosas. Han concurrido tantas circunstancias propicias, que parece que una voluntad ajena ha elegido por nosotros.

Viaja detrás de ti el que será tu mejor amigo y esposo a bordo de un 747 cuando regresas de pasar un año escolar en USA con quien vuelves a topar en tu primera clase de derecho romano...

O sueñas con un compañero del cole después de diez años sin saber de él poco antes de que reaparezca en escena.





Me gusta pensar que nada de esto es fortuito, que estudias bien la jugada y te sale la perfecta carambola a siete bandas. Tan irreal, que te deja hipnotizado.

Pero ocurre que una noche bajas la guardia (y el listón 20 centímetros), le das una oportunidad al primero que te aborda de la manera más torpe porque resulta que has salido a que te laman las heridas y terminas con el tiempo amamantando a un bebé que no conocerá a su padre...


Yo tengo otra teoría: acabas compartiendo tu vida con la persona con la que estás, justo cuando "toca" emparejarse, y más vale haber acertado, no sea que aparezca tu amor verdadero cuando ya es demasiado tarde porque llevas alianza, conduces un cuatro por cuatro con asientos infantiles, te quedan por pagar quince años de hipoteca, planificas tus vacaciones con el mismo grupo de amigos...

Y nunca sabrás lo que te estás perdiendo.



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