Hacía tiempo que no coincidía con uno de mis compañeros así que entre bocado y bocado, nos fuimos poniendo al día.
Él se había separado hace unos años y ahora vive con una chica que conoció a través de la red. Me figuro que rellenó un formulario de idoneidad aunque una sola foto habría sido suficiente para ganar la candidatura.
—¿y qué hay de los sentimientos?
Si la premisa "programados para reproducirnos" fuera cierta, significaría que gays, sacerdotes, infértiles o quienes voluntariamente optan por no tener descendencia —cada vez hay más casos—, son genéticamente defectuosos y condenados a extinguirse. Pura selección natural.
Me cuesta simplificarlo así.
No me quedé satisfecha y, sin embargo, me llevé conmigo esta idea de vuelta a Madrid. En las seis horas que dura el viaje me di cuenta de que mi comportamiento no había sido muy diferente.
Cuando me planteé ya en serio una pareja definitiva aún estaba enamorada de otro y, aunque fue difícil dejarlo, tuve la certeza de haber elegido bien. Me casé absolutamente convencida de mi decisión y aún catorce años después no me imagino un padre y marido mejor. Al menos no para mí.
Pienso inevitablemente en Julianne Moore en El Gran Lebowski. Está en la cama con Jeff Bridges —a quien acaba de conocer— y él le pregunta por qué se lleva las rodillas al pecho y se balancea de un lado a otro. Ella contesta con gesto ausente que de esa forma se multiplican las probabilidades de quedarse embarazada. Creo que a Jeff Bridges se le atragantó la saliva.
Yo hice exactamente lo mismo cuando quise tener hijos pero, a diferencia de Julianne Moore, había contado con la aquiescencia de mi marido y sin embargo no dedicamos ni un segundo al cálculo de consecuencias. No lo piensas demasiado, te hace ilusión y ya está. Diría que pocas veces se toma esta decisión de manera responsable. Si uno lo considerara un poco más probablemente el mundo hoy no estaría superpoblado.
Puede que después de todo tenga algo en común con Elvira y es mi propio ataque de eugenesia, pero ahora que podría estar celebrando un "¡misión cumplida!", ¿por qué no acabo de verlo claro?
Él se había separado hace unos años y ahora vive con una chica que conoció a través de la red. Me figuro que rellenó un formulario de idoneidad aunque una sola foto habría sido suficiente para ganar la candidatura.
Este instrumento de seducción del siglo XXI me parece de lo más práctico. Dejas claro preferencias y expectativas, te expones tal como eres y ni te molestas en conocer a quien no pase el corte.
Lanzas tu solicitud a una nube que te devuelve una respuesta casi inmediata. No es tan romántico como el desesperado mensaje en la botella pero sin duda más efectivo.
A pesar de que desde el primer momento se cerró a la posibilidad de cambiar más pañales —tiene ya dos hijas con la mujer de quien se ha divorciado—, siempre acaba saliendo el tema. Año y medio atrás ya rompió una relación por este mismo motivo, como dice él..., entre otros. Se empareja con hembras en edad de procrear y la llamada de la naturaleza parece ser más fuerte que el deseo de compartir su futuro con un hombre aparentemente ideal.
Ésta es la teoría de mi sobrina Elvira, la otra noche en Castelldefels discutíamos sobre ello. Mujer, madre, psiquiatra, modelo y actriz. Autoridad competente. Asegura que, como animales que somos, sólo da sentido a la vida perpetuar nuestro genoma. Así entiende la inmortalidad. Y si no se hacen los deberes, se habrá fracasado como especie por lo que muchos acudirán a su consulta para que les arregle su desbarajuste existencial a base de fluoxetina o escitalopram.
Cuando un macho acapara tu atención, cuenta, se te disparan los estrógenos. "Mmmmm... ¡genes apetecibles!". Me la imaginaba examinando encías, lengua y pupilas del aspirante mientras olfatea feromonas. Y si lo considerara apto, se ahuecará la melena con un gesto que, casualmente, hará que se le desabroche el siguiente botón de la camisa. Un modus operandi tan, tan… biológico, vamos a llamarlo así.
Su novio, metro noventa, ojos azules, amplia sonrisa y padre de sus dos hijos, (modelo e ingeniero industrial), escucha esta conversación y reclama romanticismo:
Su novio, metro noventa, ojos azules, amplia sonrisa y padre de sus dos hijos, (modelo e ingeniero industrial), escucha esta conversación y reclama romanticismo:
—¿y qué hay de los sentimientos?
Si la premisa "programados para reproducirnos" fuera cierta, significaría que gays, sacerdotes, infértiles o quienes voluntariamente optan por no tener descendencia —cada vez hay más casos—, son genéticamente defectuosos y condenados a extinguirse. Pura selección natural.
Me cuesta simplificarlo así.
No me quedé satisfecha y, sin embargo, me llevé conmigo esta idea de vuelta a Madrid. En las seis horas que dura el viaje me di cuenta de que mi comportamiento no había sido muy diferente.
Cuando me planteé ya en serio una pareja definitiva aún estaba enamorada de otro y, aunque fue difícil dejarlo, tuve la certeza de haber elegido bien. Me casé absolutamente convencida de mi decisión y aún catorce años después no me imagino un padre y marido mejor. Al menos no para mí.
Pienso inevitablemente en Julianne Moore en El Gran Lebowski. Está en la cama con Jeff Bridges —a quien acaba de conocer— y él le pregunta por qué se lleva las rodillas al pecho y se balancea de un lado a otro. Ella contesta con gesto ausente que de esa forma se multiplican las probabilidades de quedarse embarazada. Creo que a Jeff Bridges se le atragantó la saliva.
Yo hice exactamente lo mismo cuando quise tener hijos pero, a diferencia de Julianne Moore, había contado con la aquiescencia de mi marido y sin embargo no dedicamos ni un segundo al cálculo de consecuencias. No lo piensas demasiado, te hace ilusión y ya está. Diría que pocas veces se toma esta decisión de manera responsable. Si uno lo considerara un poco más probablemente el mundo hoy no estaría superpoblado.
Puede que después de todo tenga algo en común con Elvira y es mi propio ataque de eugenesia, pero ahora que podría estar celebrando un "¡misión cumplida!", ¿por qué no acabo de verlo claro?
YouTube "Roxanne's Tango" Moulin Rouge
27/03/2013
Hoy este mismo compañero me enseñaba un fragmento de la obra "Viaje al amor" de Eduardo Punset :
«Richard Dawkins hablaba en la década de los setenta del "gen egoísta", en el sentido de que para los genes, el ser humano era un puro medio de transporte para perpetuarse, sin que tuviera relevancia alguna su felicidad. Sin embargo, la inteligencia sí permite a los seres humanos tener en cuenta su felicidad personal. Los humanos tienen el poder de rebelarse contra los dictados de los genes, por ejemplo, cuando se niegan a tener todos los hijos que las hembras podrían alumbrar».
Ya tengo mi explicación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario