Querida mamá,
hoy voy a hablar de ti. Espero que te guste.
Un beso.
Mi madre murió "cuando menos lo esperaba". Fue una noche del pasado octubre al acostarse en su cama de la residencia de mayores en Berria; un enfermero le cogió su mano y ella suspiró por última vez. En ese momento estaba yo en la sala Galileo de Madrid riéndome a carcajadas con Faemino y Cansado. Fue una casual ironía, pero mis cómicos favoritos ya nunca más me harán gracia y un inevitable sentimiento de culpa me perseguirá toda la vida.
Me reuní con mis hermanos allí al día siguiente. Me consolaba su compañía. Vicente aún no lo sabe, pero aprovechándome de la situación, permanecí abrazada a él casi todo un minuto para sentir su cariño ya que él nunca lo demuestra. Algo así como cobrarme una deuda.
Mis padres por fin estaban juntos... treinta y tres años después.
Al cabo de dos días y ya que coincidíamos los cinco -vivimos repartidos por la geografía española-, nos sentamos a tratar los asuntos de los que había que ocuparse y a repartirnos tareas. Improvisamos la distribución de bienes. Todos nos pusimos de acuerdo. No hizo falta hacer lotes.
Yo me quedé con los objetos sentimentalmente más valiosos para mí. De mi padre su máquina de escribir -una Underwood preciosa-, su retrato en acuarela que Gabriel Torcal le dedicó, enciclopedias y libros de Derecho señalados por él o por mi abuelo, el escudo de armas de la familia labrado en estaño por mi prima Carmelina... Y de mi madre dos cosas: su cadena de plata con los tres colgantes (cruz, moneda y portafotos) y el libro que escribió a su marido "EL GRAN AMOR DE MI VIDA".
Es un libro antiguo de contabilidad, enorme y grueso, de tapa dura negra con lomo y esquinas color camel. Cuando le hundes la nariz te llega el mismo aroma de la nostalgia.
Intercalados hay un recorte de periódico (el artículo que mi padre había publicado en "El Imparcial" dirigido a LOS ESPAÑOLES, -bien podría estar de moda hoy-), hojas arrancadas de algún taco calendario, flores secas ya bidimensionales, el informe médico del 13-10-78 que anunciaba aquel desenlace inaplazable (glioma metástasis)..., ¡Cuántas veces habrá leído mi madre esta sentencia de muerte!, letras de canciones escritas sobre cartulina, dos entradas de 3a edad a la EXPO'92, una carta destinada Al Cielo en la que -como cualquier otro día-, mi madre le pide a Dios que la lleve con él, y la propaganda de un perfume que no sé si guardó intencionadamente pero no soy capaz de tirar.
Le dio la vuelta y empezó a escribir por la última página (para que el Debe y el Haber quedaran abajo), el nueve de febrero de mil novecientos ochenta, y lo dejó el siete de diciembre de dos mil tres -San Ambrosio-, después de haber ido pegando pedacitos de su alma por ciento noventa y ocho hojas. Anotó esta última fecha a modo de FIN.
Siempre me hace llorar, lo abra por donde lo abra. Sufro a través de ella porque comprendo bien su dolor.
Esta es la trágica historia de "los amantes de Santoña".
Siete fragmentos tomados al azar...
Yo me quedé con los objetos sentimentalmente más valiosos para mí. De mi padre su máquina de escribir -una Underwood preciosa-, su retrato en acuarela que Gabriel Torcal le dedicó, enciclopedias y libros de Derecho señalados por él o por mi abuelo, el escudo de armas de la familia labrado en estaño por mi prima Carmelina... Y de mi madre dos cosas: su cadena de plata con los tres colgantes (cruz, moneda y portafotos) y el libro que escribió a su marido "EL GRAN AMOR DE MI VIDA".
Es un libro antiguo de contabilidad, enorme y grueso, de tapa dura negra con lomo y esquinas color camel. Cuando le hundes la nariz te llega el mismo aroma de la nostalgia.
Intercalados hay un recorte de periódico (el artículo que mi padre había publicado en "El Imparcial" dirigido a LOS ESPAÑOLES, -bien podría estar de moda hoy-), hojas arrancadas de algún taco calendario, flores secas ya bidimensionales, el informe médico del 13-10-78 que anunciaba aquel desenlace inaplazable (glioma metástasis)..., ¡Cuántas veces habrá leído mi madre esta sentencia de muerte!, letras de canciones escritas sobre cartulina, dos entradas de 3a edad a la EXPO'92, una carta destinada Al Cielo en la que -como cualquier otro día-, mi madre le pide a Dios que la lleve con él, y la propaganda de un perfume que no sé si guardó intencionadamente pero no soy capaz de tirar.
Le dio la vuelta y empezó a escribir por la última página (para que el Debe y el Haber quedaran abajo), el nueve de febrero de mil novecientos ochenta, y lo dejó el siete de diciembre de dos mil tres -San Ambrosio-, después de haber ido pegando pedacitos de su alma por ciento noventa y ocho hojas. Anotó esta última fecha a modo de FIN.
Siempre me hace llorar, lo abra por donde lo abra. Sufro a través de ella porque comprendo bien su dolor.
Esta es la trágica historia de "los amantes de Santoña".
Siete fragmentos tomados al azar...
11 de Abril de 1984
Ambrosio de mi alma: ¡qué sola estoy, Dios mío!
Estuve contigo en tu cincuenta y ocho cumpleaños, aquella mañana de sol en el cementerio.
Al fondo la playa con marea baja, inmensa. Como inmensa era mi soledad, como la inmensidad que me separa de ti.
Lloré como pocas veces lloro. Lloré y lloré con desconsuelo. Y mentalmente, pero moviendo los labios en silencio, te besé cincuenta y ocho veces. En los ojos, en la frente, en la nariz, en la cara, en la boca, en la boca... una y otra vez, hasta cumplir con nuestro rito... (cuando sólo eran veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho y así hasta cincuenta y dos).
26 de Junio de 1984
... tus manos no las olvidaré nunca. Aunque vi mil atardeceres en tus ojos, aunque muchos fueron tus besos... Tus manos, esas manos... Creo que acariciaban sin tocar.
Ambrosio, Ambrosio, tantas, tantas cosas me suceden, tantas pasan por mi mente, tantos y tantos recuerdos... que a veces tu presencia se hace real.
... Hoy cumple nuestra nieta Elvira cinco años. Está en Santander. Ambrosio, es preciosa nuestra nieta.
2 de marzo de 1996
Ambrosio de mi alma,
me duelen los ojos de mirar sin verte, se puede amar sin estar cerca, tenernos sin tocarnos, sufrir sin saber por qué. ¿Por qué estoy triste? ¿Por qué te añoro tanto? ...
Era tan fácil quererte...
26 de mayo de 1996
... y pienso al mirar al cielo si será esta misma luna la que nos veía pasar, -que hasta parecía triste cuando nos despedíamos: "hasta mañana, mi amor"-... y aquellas nuestras estrellas hacen guardia en mi ventana.
Al fondo la playa con marea baja, inmensa. Como inmensa era mi soledad, como la inmensidad que me separa de ti.
Lloré como pocas veces lloro. Lloré y lloré con desconsuelo. Y mentalmente, pero moviendo los labios en silencio, te besé cincuenta y ocho veces. En los ojos, en la frente, en la nariz, en la cara, en la boca, en la boca... una y otra vez, hasta cumplir con nuestro rito... (cuando sólo eran veinticinco, veintiséis, veintisiete, veintiocho y así hasta cincuenta y dos).
26 de Junio de 1984
... tus manos no las olvidaré nunca. Aunque vi mil atardeceres en tus ojos, aunque muchos fueron tus besos... Tus manos, esas manos... Creo que acariciaban sin tocar.
Ambrosio, Ambrosio, tantas, tantas cosas me suceden, tantas pasan por mi mente, tantos y tantos recuerdos... que a veces tu presencia se hace real.
... Hoy cumple nuestra nieta Elvira cinco años. Está en Santander. Ambrosio, es preciosa nuestra nieta.
2 de marzo de 1996
Ambrosio de mi alma,
me duelen los ojos de mirar sin verte, se puede amar sin estar cerca, tenernos sin tocarnos, sufrir sin saber por qué. ¿Por qué estoy triste? ¿Por qué te añoro tanto? ...
Era tan fácil quererte...
26 de mayo de 1996
... y pienso al mirar al cielo si será esta misma luna la que nos veía pasar, -que hasta parecía triste cuando nos despedíamos: "hasta mañana, mi amor"-... y aquellas nuestras estrellas hacen guardia en mi ventana.
desde que te fuiste. Ven Ambrosio, déjame coger tu mano,
siempre cálida, y recostar mi cabeza en tu pecho. Deja también
que mis ojos dejen correr muchas lágrimas y que empapen tu
camisa (como las que ahora me caen y no dejan ver lo
que escribo).
Y tú bésame en la cabeza como solías hacer.
Ambrosio, vida mía. Porque si no..., los días no tienen final.
6 de diciembre de 2003
Creo, Ambrosio mío, que hablando siempre de ti es la forma de mantenerte vivo. Vivo en mi memoria y en la de todos los que me escuchan.
Juré no escribirte más porque estoy enferma, lo sé.
Quizá nos veamos pronto. Quiero conocer a mi último nieto y luego...
No puedo estar más orgullosa de ser vuestra hija.
Os adoro.
sufriría. Creo que aún tengo mucho que padecer en este mundo,
tengo mucho que purgar en esta vida. Pero las horas son largas y
los años cortos y cuando menos me lo espere...
estaré contigo.
No puedo estar más orgullosa de ser vuestra hija.
Os adoro.
YouTube "Canción del adiós" Gauchos 4
Esta canción la escuché yo una y otra vez durante muchos años desde mi habitación. Mi madre la cantaba con la voz quebrada por el llanto.
Me da un poco de vergüenza comentar un texto de la intensidad emocional del tuyo, que casi me arranca una lágrima, a mí, que rara vez lloro si no es de risa.
ResponderEliminarEn una ocasión, antes de la "gran extinción de los comentarios", escribí que tu marido algo tendría que haber hecho para merecer una fidelidad y un amor como el tuyo. Ahora empiezo a entenderlo: solo los árboles con buenas raíces dan buen fruto y tus padres tuvieron que ser únicos. Gracias
A ti.
EliminarEs precioso María. Un Saludo
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Carmen. Me alegro de que te guste.
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