viernes, 19 de abril de 2013

VIAJE EN EL TIEMPO I

Últimamente me está viniendo a saludar el pasado, y mi pensamiento -ahora a menudo-, le devuelve la visita.

Todo empezó cuando a finales de 2012 quedamos con nuestros amigos "del norte" en algún punto intermedio, como por ejemplo Lerma. Fin de semana para adultos. Los hombres fueron a jugar al golf y las mujeres aún no habían llegado. A las diez estaba yo lista. Disponía de coche, navegador y toda una mañana por delante. Royuela de Río Franco no podía andar muy lejos. Es el pueblo donde destinaron a mi hermano médico al acabar la carrera. Yo tenía nueve años. 

Me pongo a hacer memoria y los recuerdos acuden como inconexos destellos de luz pulsada.
Josechu, con una rudimentaria aguja y sólo un corcho como tope, me perforaba los lóbulos de las orejas.
Mis amigos eran "la Socorro", "la María Luisa", "el Javi", "el Luis Ángel", "la Nuria", "la Susana", "la Mari Jose" y "la Rosa Inés". Yo por tanto, "la María".  Teníamos un azor. 
Salía y entraba sola, no existían los peligros. Cada día era una aventura. Allí yo me sentía libre. Allí empecé a hacerme mayor.

Allí me robaron el primer beso.

Aquel joven delincuente vino a verme meses después a Madrid. Por lo visto había cogido un autobús con el poco dinero que tenía y mi dirección escrita en el remite de una carta. Creo recordar que me encontró en los jardines que había cerca de casa y no supe reaccionar. Esta intrépida prueba de amor me intimidó de tal manera, que huí poniendo como pretexto cualquier cita inaplazable. No me dijo dónde iba a pasar la noche (sospecho que en ese parque) y ya nunca más volví a saber de él.

Mi hermano nos llamó para darnos la noticia: por fin se trasladaba a Burgos. Sin ser muy consciente de ello, dije adiós a Royuela mentalmente y para siempre a mis catorce años. No recuerdo haber llorado. Simplemente me olvidé.


Casi treinta años después, aquella mañana en Lerma, me vi arrancando el motor de mi improvisada máquina del tiempo que programé en modo "reencuentro". En seguida dejé atrás todo vestigio urbano. El GPS me guiaba por carreteras solitarias entre campos infinitos y un silencio que, sin saberlo, había estado ansiando a menudo cada día.

 - Ha llegado a su destino.

Doscientos cincuenta habitantes escondidos tras sus puertas.
Con mi inseparable cámara al cuello, fui reconociendo una a una cada calle y cada plaza de este intacto pueblo fantasma.
Me invadía un déjà vu melancólico al puro estilo Cinema Paradiso. Sólo me faltaba la banda sonora. 

De vez en cuando asomaba algún lugareño curioso por saber con qué motivo un forastero andaba haciendo fotos por su territorio. Después de dar un largo paseo por la memoria, identifiqué la casa de una de mis amigas y me acerqué decidida a probar suerte. Al minuto más o menos me encontraba en la cocina conversando con los padres; gente sabia y auténtica que disfruta plenamente el encanto de la vida simple. Nos pusimos al día en dos horas y me despedí con la promesa de volver con mi familia en fiestas.

Con el maletero cargado de membrillos (el buen hombre se empeñó), y mi cabeza balanceando recuerdos, volví por donde había venido. Conmocionada y serena. Palpitante. Algo me había pasado. Me habían contado que "El Javi" había tenido un accidente, se dedicaba a la agricultura y ... 

Murió joven, muy joven. No sé bien lo que ocurrió. Supongo que mi mente se fue a acompañarle inmediatamente en el recuerdo. 

Hace unas semanas abrí mi perfil Linkedin. Tenía un mensaje pendiente desde no sé muy bien qué fecha. Había corrido la voz de que yo estuve por su pueblo y se alegró de haberme localizado. 

Era "el Luis Ángel". Aquel adolescente insensato a quien un arranque de romanticismo le había impulsado hasta Madrid.

Por San Pedro y San Pablo tengo tres días libres y pienso cumplir mi promesa.



YouTube "Cinema Paradiso" Ennio Morricone

1 comentario:

  1. y no tienes remordimientos por eso.
    pobre chico, literalmente te le cargaste,seguro que estuvo jodido mucho tiempo.
    eres mala, muy mala

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