domingo, 23 de junio de 2013

MI VIDA, SIN MÍ

Cinco madrugones seguidos a las seis de la mañana acaban con mi energía. Aunque duerma profundamente y esté soñando con hipnóticas medusas blancas, el leve gimoteo procedente de la habitación contigua me suele despertar primero a mí. Espero en mi postura fetal a que se restaure la calma, pero aprendí bien en solfeo las cualidades del sonido y deduzco por la intensidad, tono, timbre y duración, que esta vez me toca ir. El recurso del codazo al inerte bulto de mi derecha no siempre da resultado. Un certero imperativo me devuelve implacable el impacto (aliteración no intencionada):

- Levántate tú, que hoy no trabajas.

Tiento paredes y puertas con los ojos aún pegados, me doy el golpe en el pie, me asomo a donde calculo que debe de estar su camita y carraspeo para conseguir el hilo de voz con que articular una frase:

- ¿Qué pasa, María?
- Que quierezsh agua.

La cogí en brazos para sentarla sobre mi regazo en el sillón. Ella bebía apoyando su cuerpecito contra mí.

- Graciazsh - dice al devolverme el vaso vacío-. A dolmil.

Me dio, aún somnolienta, el beso que le pedí y la posé con cuidado sobre el colchón.

- Zshala, -reclama a su nueva muñeca de trapo-.

Me hundí recontenta en la almohada.
- ¡Y te lo querías perder! me ratifica Guillermo dándose media vuelta.
- Y lo que me he perdido ya, pienso yo sin más remedio al reconocer mi escapismo.

Después de comer me desplomé en el sofá y recuperé tres horas y media para el activo en mi balance de sueño atrasado. Cuando me estiré para desperezarme, una luminosidad ya oblicua, tamizada por las ligeras cortinas de hilo beige, se colaba en el silencio de la tarde sólo para evidenciar el paso del tiempo en mi ausencia. Minmovilizó la melancolía y una soledad no deliberada devino indefensión.

Acude Guille al rescate asomándose al umbral de la puerta:

- Mamá, ¿podemos invitar a Almu a casa ahora que estamos de vacaciones?

Últimamente habla a menudo de ella. Se nos ha enamorado el incauto. (Ya me tenía informada de sus progresos en la conquista):

- Le he dicho por fin que la quiero y sé que ella también a mí.
- ¿Cómo puedes estar seguro?
- Me lo ha dicho con el pensamiento.
- ¿Con el pensamiento?
- Sí, por cómo me ha mirado.

Lo observaba ahí de pie, tan guapo, bronceado y alto como a un perfecto desconocido y habría querido preguntarle:
- ¿Cuándo has estado creciendo?

Todo sucede mientras no estás.
Ya te diste cuenta hace tiempo al escuchar de tus amigas al día siguiente, que lo mejor de la fiesta empezó justo cuando ya te habías ido.

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