Cabalgaba desnuda con las plumas enredadas en mi cabellera
al viento cuando mi caballo se desbocó. Perdí el conocimiento, no recuerdo qué ocurrió. Cuando desperté mi fiel caballo salvaje me esperaba despreocupado y aún aturdida volví a montarlo.
Me volvió a lanzar por los aires dos o siete veces más. El último derribo fue tan violento que no me atrevo a
encaramarme más a su grupa. Le sigo admirando pero le temo. Ahora me acompaña
dócil en mis paseos por la playa.
Ya no llevo plumas en el pelo, las
he ido perdiendo en cada caída. Hoy, buscando no sé qué cosa, me las he encontrado todas.
Cierro los ojos y tomo aire con alivio.
Ahí estaba cada una, recóndita en el ansia.
Pídemelo princesa, lo dejo todo y te rescato
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