lunes, 25 de febrero de 2013

YO ESTOY BIEN, TÚ ESTÁS BIEN

Estaba la radio encendida cuando pasé al baño la otra mañana y me espabiló una noticia que habría preferido no oír:

Mata a su mujer en el ascensor delante de sus hijos.


Las estadísticas lamentan augurar a estos niños enfermedades psiquiátricas, conductas sociopáticas, fracaso en el matrimonio o/y diversas formas de delincuencia. Peor pronóstico cuanto más pequeños sean o menos dotados intelectualmente. 






El martes yo había asistido a una conferencia en el salón de actos del colegio de mis hijos. Trataba sobre "el bello reto de educar-nos" y exponía Javier Urra. 

  • Dr. en Psicología con la especialidad de Clínica. Pedagogo Terapeuta.
  • Psicólogo Forense de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia y Juzgados de Menores de Madrid (en excedencia voluntaria). 
  • Defensor del Menor en la Comunidad de Madrid (1996-2001)
  • Autor de libros de psicología forense e infancia.
Yo añadiría...
  • Coherente.
Ocupé una butaca en primera fila como la alumna aplicada que nunca fui. Pulsé el botón de mi grabadora (para hacer partícipe a Guillermo luego, en casa) y escuché atentamente. 
No sé muy bien de qué voy a hablar, -dijo a modo de introducción-, y a partir de ese momento, se sucedieron referencias a experiencias con jóvenes conflictivos, consejos prácticos, comentarios divertidos que provocaban risas en el auditorio, mensajes directos al corazón y posterior turno de preguntas. Compartió ideas fundamentales. Las subrayé mentalmente, como suelo hacer con el lápiz cuando doy con un libro interesante y denso. 

Simplificando...

Hay que saber posicionarse, adoptar un sistema operativo empático y tomar una actitud positiva que permita llevar a cabo el objetivo marcado para darle un sentido a la vida. Sólo así la cosa funciona.

En mi opinión no dijo nada que no supiéramos todos ya, nada que no intente transmitir Jesucristo en el Nuevo Testamento, nada que nuestra conciencia -o lógica matemática- no nos haya advertido alguna vez en forma de interferencias al sintonizar nuestros propios pensamientos cuando tienden a acomodar sus instintos a un autoengaño disfrazado de conveniencia que no termina de convencernos.
Pero por lo visto es tan difícil de entender, como comprobar, para los tripulantes de la nave espacial Enano Rojo (serie de ciencia ficción británica, absurda y genial) en el episodio "Justicia", que cada vez que intentaban atacar a alguien, se hacían daño a sí mismos en un cómico autogolpeamiento con martillo.

Y yo, que así lo interpreto, soy consciente de elegir a menudo la opción cómoda, inmediata; la del placer en vena... saltándome la burocracia de la reflexión para llegar por el camino más corto a la autocomplacencia, porque me viene urgiendo sentirme mejor, aquí y ahora, y tomo precipitadamente la peor de las decisiones. Y es que, quedar por encima o conseguir que alguien se sienta peor que tú también apacigua, según a qué "débil mental".  

Los que tenemos algún tipo de lesión (infinitamente más leve que la de estos pobres niños), pérdida de un ser querido, carencias afectivas, ... y no nos hemos desarrollado en las mejores condiciones, nos abrimos paso a trompicones como nuestro corto juicio nos da a entender, porque ese molesto "ruido de fondo" se empeña en desorientarnos. "Sólo cuento con un ayer cicatrizado por cuya insensibilidad se mide la magnitud de la herida". 
Pero si adquieres la maestría en reconvertir todo este dolor en una fuerza favorable, y te aprendes de memoria la premisa: "por amor" que repites como un mantra hasta interiorizarla, habrás conseguido por fin silenciar ese zumbido.

En mi escena favorita, Lincoln (interpretado por el oscarizado Daniel Day Lewis -cómo me alegro-), le decía a su mujer a propósito de la actitud que adoptó tras perder a su hijo: 
    - Tú sola, Mary, tú sola, debes aligerar esta carga o sentenciarla insoportable. Como elijas.

El viernes vino mi hermana a casa, volvía de pasar una agotadora semana blanca con sus alumnos en Candanchú, -a través de ella confirmo el epígrafe del estrés docente-. 
Por lo visto uno de ellos es especialmente complicado y te enseña enfurecido su dedo corazón en cuanto se le tuerce el día, simula una cojera cuando le conviene y se arrastra como un marine para recoger algo que se le ha caído. Entiendo el desgaste de Leticia al intentar controlar lo incontrolable. Debe de ser ingrato un trabajo que no te muestre rendimientos; no poder admirar al acabar la jornada tu bloque de papeles ya resueltos al otro lado de la mesa. Yo le digo que se ponga un chubasquero antes de entrar en clase, que haga lo que debe, sin esperar resultados... y que le den un buen masaje cervical al llegar a casa. 

Que una buena actitud sea el fin en sí misma, independientemente del desenlace, (a fondo perdido, como decía Urra), porque no siempre se obtiene la recompensa merecida. Que la conducta de los demás jamás condicione la tuya. 

P.D. Enana Marrón, "tenemos que hablar de Kevin"... ¡ya! 





YouTube "Happiness" Michael Stipe & Rain Phoenix

7 comentarios:

  1. Es difícil, ¿verdad?

    Quizá sólo se trate de perseverar hasta conseguirlo, ¿no?

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  2. Ya estás de vuelta. A ver si esta vez tienes más suerte con los trolls y no aparece ningún energúmeno.

    Sería una pena que por culpa de algún desconocido no siguieras adelante en este tu proyecto tan ilusionante.

    Ánimo, casi estoy por decir aquello tan tópico de que te debes a tus fans, jajaja

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  3. ¡Qué gran verdad lo de las interferencias!sólo que la mente sabe resintonizarse para obviarlas.

    Me gusta la frase que escoges de Lincoln. Mi problema es que conozco algo de la teorìa, pero difícilmente consigo llevarla a la práctica. Programable tendría que ser.

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  4. ya sabes que soy optimista externalista ;-)

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