— Crohn lleva hache intercalada –contesto automáticamente sin apartar la mirada del tráfico mientras rebusco a la vez en mi memoria para ver si hay algo más–.
— ¿Y qué te pasa?
— Me suena un montón, pero no me acuerdo. Me lo tendría que inventar.
— Pues invéntatelo (se oye una voz grave infantil desde el asiento de atrás).
— La enfermedad de Crohn es una afección escalonada que te hace más inteligente cada día. Vas aprendiéndolo todo aunque no hayas estudiado. Al principio mola mucho pero llega un momento en que te aburres y te sientes muy muy solo porque nadie te comprende. Por eso lo llaman enfermedad.
Eso es lo que les contesté a mis hijos cuando me lo preguntaron, fue lo primero que se me ocurrió. Ya en mi semana de introspección, allí aislada en mi torre, le estuve dando más vueltas.
Me había propuesto aplicarme en aprender bien los fundamentos de la filosofía. Estructurar el pensamiento, hacer esquemas, objeciones. Ahora pienso "¡qué inocencia!" pero juro que lo creí posible mientras guardaba en mi maleta los nueve libros que tenía pensado estudiar con tantas horas por delante para mí sola. El corazón es un niño, espera lo que desea, igual que cuenta con más ofertas cuando rechaza una oportunidad. Habían transcurrido cuatro días y no pasé del primer tema: "La epistemología".
Cuando llegas a una conclusión dolorosa (no hay tiempo, demasiado que aprender, no tienes la capacidad, no tienes ritmo) has de inventar con urgencia un discurso argumentativo que consiga calmarte el ansia. Así que racionalizas. Te cuentas la fábula de la zorra y las uvas: “No me conviene". A veces uno tiene que recurrir a subterfugios de la mente para consolarse solo. Sofisticar el autoengaño hasta creerlo cierto. Divagar con elocuencia. Elaboras un silogismo impecable que te pueda convencer. Disertas con la mirada en las nubes para aterrizar con convicciones. Y por fin das con la tuya:
¿Qué habría pasado si… tuvieses "la enfermedad de Crohn”?
Ahora puedes predecir el siguiente movimiento porque tienes todos los datos. Cada causa, cada efecto. Y lo ves todo a la vez. Eres capaz de distinguir el más mínimo detalle. Puedes ver esta película y ya sabes cómo acaba. Vil spoiler. Acabas de comprobar que todo lo que va a suceder es inevitable. Que tu pequeño margen de maniobra no va a representar grandes cambios. Que no dispones de ese margen, hay demasiados condicionantes que deciden todo por ti.
"La enfermedad de Crohn", a diferencia de otras enfermedades, te mejora, te vuelve más inteligente pero se considera enfermedad porque sus efectos son devastadores. El lugar que va ocupando la razón se lo apropia a las pasiones. El precio que hay que pagar por ser absolutamente objetivo es desproporcionadamente alto: Has de dejar de sentir, desapasionarte. Y podrás comprenderlo todo sin un prejuicio emocional, sin interpretaciones. Tu lenguaje es razonable, inteligible y por completo desinteresado, no pretendes tener razón, no te hace falta. Pero ves todo desde afuera, dejas de pertenecer, observas desde tu atalaya cómo la gente se encara o se da palmadas en la espalda y tú no encuentras motivos para enfadarte, tampoco para sonreír. Ya no puedes conectar con ellos, has dejado de notar nada al cruzar una mirada, al apretar una mano o al sostener un fuerte abrazo. Algo ha cambiado, no dependes de su aprobación, ya no dependes de su afecto. Ellos no se han dado cuenta pero prefieres no revelarlo, sabes perfectamente que eso te distanciaría aún más y, aunque no puedes sentir que los quieres —en realidad ni siquiera te apena—, sabes que te gustaría. Lo sabes porque te encuentras absolutamente solo en tu aséptico mundo de ideas y no lo puedes soportar.
De todas las enfermedades, "la enfermedad de Crohn” te mata en vida. Se apodera de ti una apatía que acaba inmovilizándote. Todo deja de importar. Comer del fruto prohibido que proporciona sabiduría te expulsa del Paraíso. Ya lo advertía la Biblia.
Y desearías no haber conocido nada de esto, retroceder a un momento anterior: No saberlo todo ya sino intentar averiguarlo. Recuperar la inocencia. Regresar desde el horizonte para volver a divisarlo. Echas de menos la curiosidad, echas de menos el asombro. La ingenuidad con la que creías cada palabra. La confianza. La alegría de compartir un logro. La sorpresa. El sobresalto. El regalo inesperado. La emoción de la primera vez, el miedo, la incertidumbre. El placer del momento infinito en que se va a atrever a besarte. El largo beso. La arritmia. El pulso tibio. El silencio. El examen. La entrevista. Los nervios antes de la presentación, durante. El cambio de ánimo. El desconcierto. El buen ataque de risa. El descubrimiento. El misterio. La libertad de no saber si eres libre, de no saber elegir, de acertar, de confundirte. Tu entusiasmo. La alegría de que hoy tu hijo ha venido a rescatarte. La imaginación, las ilusiones. Poder hacerte ilusiones. Poder hacerte ilusiones.
Sabes lo que te estás perdiendo y quisieras ser humano; superar, al menos, el test de Turing. Haces verdaderos esfuerzos por parecer. "Fingir hasta conseguirlo". Al principio sin gran convicción coges a tu hijita de la mano, presionas muy levemente, notas que ella te responde, aprieta con su manita blanda y suavísima la tuya. Te abraza a continuación, no parece muy espontánea, a ella le está costando también, había dejado de fiarse de tu intermitencia. Pero hace un nuevo intento de aproximación, uno más. Y sucede. Te mira, sonríe tímida, contenta. Se levanta y te dice que ahora vuelve, que tiene que hacer una cosa. Y no concibes nada mejor que esperarla. Te regala un dibujo de las dos.
Habías imaginado un futuro indeseable de haberse cumplido tus planes pero accidentalmente diste con la verdad. Exagerar hasta la caricatura ayuda a entender a pequeña escala: “¿En serio prefieres hablar de epistemología y perderte este dibujo en que os estáis mirando madre e hija con las pestañas muy largas dentro de un corazón? Somos seres humanos. Las dudas de la razón las resuelve el sentimiento. No vuelvas a subestimarlo".
Y te repites otra vez: "Fingir hasta conseguirlo". Ya tienes una convicción, un propósito: Te deslizas en su cama como si hubierais dormido juntas y la despiertas con cosquillitas (igual que las que, cuando tenías su misma edad, te hizo una madre. Ya entonces deseaste que la tuya te despertase así) hasta que ella se da la vuelta y te abraza somnolienta.
Sabes lo que te estás perdiendo y quisieras ser humano; superar, al menos, el test de Turing. Haces verdaderos esfuerzos por parecer. "Fingir hasta conseguirlo". Al principio sin gran convicción coges a tu hijita de la mano, presionas muy levemente, notas que ella te responde, aprieta con su manita blanda y suavísima la tuya. Te abraza a continuación, no parece muy espontánea, a ella le está costando también, había dejado de fiarse de tu intermitencia. Pero hace un nuevo intento de aproximación, uno más. Y sucede. Te mira, sonríe tímida, contenta. Se levanta y te dice que ahora vuelve, que tiene que hacer una cosa. Y no concibes nada mejor que esperarla. Te regala un dibujo de las dos.
Habías imaginado un futuro indeseable de haberse cumplido tus planes pero accidentalmente diste con la verdad. Exagerar hasta la caricatura ayuda a entender a pequeña escala: “¿En serio prefieres hablar de epistemología y perderte este dibujo en que os estáis mirando madre e hija con las pestañas muy largas dentro de un corazón? Somos seres humanos. Las dudas de la razón las resuelve el sentimiento. No vuelvas a subestimarlo".
Y te repites otra vez: "Fingir hasta conseguirlo". Ya tienes una convicción, un propósito: Te deslizas en su cama como si hubierais dormido juntas y la despiertas con cosquillitas (igual que las que, cuando tenías su misma edad, te hizo una madre. Ya entonces deseaste que la tuya te despertase así) hasta que ella se da la vuelta y te abraza somnolienta.
—Buenosz díasz, –sonríe. Se le oye silbar la ese, su reciente extravagancia–.
Y solamente este comienzo ya justifica existir.
YouTube Marlene Dietrich “Where have all the flowers gone?”
Precioso María.
ResponderEliminarInquietante. La primera mitad se sumerge en reflexiones filosóficas que no me llegan, en la segunda te veo más.
ResponderEliminarEn cualquier caso, brillante.
De acuerdo con tu hermano: brillante!. Gracias x compartirlo. Me ayuda a no olvidarme de lo que es importante.
EliminarMe alegro de haber conectado
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